¿Qué hace que nos comportemos como machos o como hembras? ¿Son nuestros cerebros determinados así genéticamente? ¿Existe un cerebro de varón y otro de mujer? ¿Es la influencia de las hormonas en el cerebro, en concreto la testosterona? ¿El comportarse como macho o hembra implica algo más que la atracción por el sexo opuesto?
Estas preguntas tan sencillas tienen una respuesta en general muy compleja. Por ejemplo, una diferencia evidente entre el cerebro de las mujeres y el de los varones es el tamaño, mayor en el segundo caso que, sin embargo, no se traduce en diferencias cognitivas ni funcionales.
Hace unos días hablábamos de que cada vez existen más indicios de que el órgano vomeronasal es más activo en los humanos de lo que se pensaba (ver “¡Qué bien hueles!, link al final del texto). A la vista del descubrimiento del que se acaba de informar estos indicios pueden ser relevantes a la hora de explicar el comportamiento sexual en los humanos.
La Dra. Dulac y sus colegas de la Universidad de Harvard produjeron por técnicas de ingeniería genética ratones hembra a los que les faltaba el gen TRPC2. Este gen es esencial para el funcionamiento del órgano sensible a las feromonas, el órgano vomeronasal.
Sin el gen, los ratones hembra actuaron exactamente como machos (incluso hacia otros machos): montaban a otros ratones, empujones pélvicos y las llamadas ultrasónicas que los machos usan para atraer a la pareja.
Dejados en un recinto seminatural durante un mes, las hembras que carecían del TRPC2 aún perseguían a los machos e intentaban montarlos. Muchas de las hembras tuvieron crías, pero eran malas cuidadoras y no las protegían adecuadamente de los otros ratones del recinto.
Para comprobar si el comportamiento de los ratones mutantes se debía a un desarrollo anormal del cerebro a resultas del gen perdido, los investigadores extirparon el órgano vomeronasal de un grupo de ratones hembras adultos. El mismo comportamiento tuvo lugar, sugiriendo que sin este órgano el circuito “macho” en el cerebro de los ratones hembra no puede ser suprimido.
Estas preguntas tan sencillas tienen una respuesta en general muy compleja. Por ejemplo, una diferencia evidente entre el cerebro de las mujeres y el de los varones es el tamaño, mayor en el segundo caso que, sin embargo, no se traduce en diferencias cognitivas ni funcionales.
Hace unos días hablábamos de que cada vez existen más indicios de que el órgano vomeronasal es más activo en los humanos de lo que se pensaba (ver “¡Qué bien hueles!, link al final del texto). A la vista del descubrimiento del que se acaba de informar estos indicios pueden ser relevantes a la hora de explicar el comportamiento sexual en los humanos.
La Dra. Dulac y sus colegas de la Universidad de Harvard produjeron por técnicas de ingeniería genética ratones hembra a los que les faltaba el gen TRPC2. Este gen es esencial para el funcionamiento del órgano sensible a las feromonas, el órgano vomeronasal.
Sin el gen, los ratones hembra actuaron exactamente como machos (incluso hacia otros machos): montaban a otros ratones, empujones pélvicos y las llamadas ultrasónicas que los machos usan para atraer a la pareja.
Dejados en un recinto seminatural durante un mes, las hembras que carecían del TRPC2 aún perseguían a los machos e intentaban montarlos. Muchas de las hembras tuvieron crías, pero eran malas cuidadoras y no las protegían adecuadamente de los otros ratones del recinto.
Para comprobar si el comportamiento de los ratones mutantes se debía a un desarrollo anormal del cerebro a resultas del gen perdido, los investigadores extirparon el órgano vomeronasal de un grupo de ratones hembras adultos. El mismo comportamiento tuvo lugar, sugiriendo que sin este órgano el circuito “macho” en el cerebro de los ratones hembra no puede ser suprimido.
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