“Usamos sólo un 10% de nuestro cerebro” es, como suele ocurrir muchas veces, una simplificación excesiva que, unida al desconocimiento de la base científica, lleva a exageraciones y malinterpretaciones de lo más variado; incluidas las que permiten a muchos métodos de “autoayuda” producir pingües beneficios.
Uno de los científicos que examinaron cortes del cerebro de Einstein fue Marian C. Diamond, de la Universidad de California en Berkeley. No encontró nada especial en el número o el tamaño de las neuronas. Sin embargo, en el córtex de asociación, responsable de la cognición de alto nivel, halló una cifra elevadísima de las células de la glía: una concentración mucho mayor que la del promedio de su encéfalo.
Fue Virchow el que describió en 1856 el tejido conectivo dentro del cerebro, el que hacía de pegamento. De ahí recibió su nombre: glía. Ramón y Cajal en 1891 consiguió determinar que el tejido glial estaba compuesto por células nerviosas pero distintas de las neuronas. A principios del siglo XX se estableció que la proporción de de glías a neuronas era de 9 a 1, de ahí que se afirmase que sólo se usa el 10% del cerebro, atribuyendo nulas funciones intelectivas, volitivas o motoras a las células glía. ¿Pero realmente esto es así? ¿Qué funciones desempeñan las células glía?
Las células gliales inducen la creación de una barrera sangre-cerebro contribuyendo al mantenimiento y conservación de un microambiente que permita la correcta transmisión de señales entre las neuronas. Durante el desarrollo del tejido nervioso contribuyen a la orientación de las migraciones neuronales, de los axones en crecimiento y al mantenimiento de los contactos sinápticos, controlando su actividad. También contribuyen a la supervivencia neuronal mediante la producción de unas proteínas llamadas neurotrofinas. Generan vainas de mielina que favorecen la rapidez y eficacia en la transmisión de señales bioeléctricas. Reparan lesiones del tejido nervioso y fagocitan residuos celulares resultantes de la lesión y contribuyen a la formación de cicatrices tras la lesión (desgraciadamente, algunas de estas acciones impiden el crecimiento axónico y la regeneración de tractos axónicos lesionados).
Hasta aquí las funciones conocidas hasta ahora de las células glía, pero el catálogo de actividades no está cerrado ni mucho menos. Acaba de publicarse, por ejemplo, en Neuron un artículo en el que se demuestra que una enzima de las células gliales de Drosophila es empleada en el establecimiento del ritmo circadiano en las neuronas reloj.
El símil automovilístico se nos antoja adecuado: el coche de fórmula uno y su piloto son el tejido neuronal, es lo visible del equipo, donde va la publicidad; los talleres, el box, los mecánicos, los ingenieros son el tejido glial. El primero no puede competir sin el segundo, se necesita el 100% del equipo.
Neuron: http://www.neuron.org/content/article/abstract?uid=PIIS0896627307004953
Investigación y Ciencia: http://www.investigacionyciencia.es/03062886000574/C%C3%A9lulas_de_la_gl%C3%ADa.htm
Uno de los científicos que examinaron cortes del cerebro de Einstein fue Marian C. Diamond, de la Universidad de California en Berkeley. No encontró nada especial en el número o el tamaño de las neuronas. Sin embargo, en el córtex de asociación, responsable de la cognición de alto nivel, halló una cifra elevadísima de las células de la glía: una concentración mucho mayor que la del promedio de su encéfalo.
Fue Virchow el que describió en 1856 el tejido conectivo dentro del cerebro, el que hacía de pegamento. De ahí recibió su nombre: glía. Ramón y Cajal en 1891 consiguió determinar que el tejido glial estaba compuesto por células nerviosas pero distintas de las neuronas. A principios del siglo XX se estableció que la proporción de de glías a neuronas era de 9 a 1, de ahí que se afirmase que sólo se usa el 10% del cerebro, atribuyendo nulas funciones intelectivas, volitivas o motoras a las células glía. ¿Pero realmente esto es así? ¿Qué funciones desempeñan las células glía?
Las células gliales inducen la creación de una barrera sangre-cerebro contribuyendo al mantenimiento y conservación de un microambiente que permita la correcta transmisión de señales entre las neuronas. Durante el desarrollo del tejido nervioso contribuyen a la orientación de las migraciones neuronales, de los axones en crecimiento y al mantenimiento de los contactos sinápticos, controlando su actividad. También contribuyen a la supervivencia neuronal mediante la producción de unas proteínas llamadas neurotrofinas. Generan vainas de mielina que favorecen la rapidez y eficacia en la transmisión de señales bioeléctricas. Reparan lesiones del tejido nervioso y fagocitan residuos celulares resultantes de la lesión y contribuyen a la formación de cicatrices tras la lesión (desgraciadamente, algunas de estas acciones impiden el crecimiento axónico y la regeneración de tractos axónicos lesionados).
Hasta aquí las funciones conocidas hasta ahora de las células glía, pero el catálogo de actividades no está cerrado ni mucho menos. Acaba de publicarse, por ejemplo, en Neuron un artículo en el que se demuestra que una enzima de las células gliales de Drosophila es empleada en el establecimiento del ritmo circadiano en las neuronas reloj.
El símil automovilístico se nos antoja adecuado: el coche de fórmula uno y su piloto son el tejido neuronal, es lo visible del equipo, donde va la publicidad; los talleres, el box, los mecánicos, los ingenieros son el tejido glial. El primero no puede competir sin el segundo, se necesita el 100% del equipo.
Neuron: http://www.neuron.org/content/article/abstract?uid=PIIS0896627307004953
Investigación y Ciencia: http://www.investigacionyciencia.es/03062886000574/C%C3%A9lulas_de_la_gl%C3%ADa.htm
1 comentario:
Tienes toda la razón. Un tío ganó un premio en REDES por demostrar esto mismo: que esa creencia popular es falsa.
Se ve que nos gusta más creer cosas extrañas y paranormales, en vez de investigar con rigor y analizar lo que de verdad sucede.
¡Un saludo!
Publicar un comentario