Desde que el conocido biólogo británico Richard Dawkins introdujera el término “gen egoísta” en 1976, los científicos de todo el mundo han recibido la teoría como una extensión natural del trabajo de Charles Darwin.
Al estudiar genomas, la palabra “egoísta” no se refiere al adjetivo que describe el comportamiento humano sino a la tendencia ciega de los genes que desean continuar su existencia en la próxima generación, valga el antropomorfismo. Irónicamente, esta tendencia egoísta puede aparecer como cualquier cosa menos egoísta cuando el gen se transmite debido a motivos altruistas o incluso de auto sacrificio.
Por ejemplo, en una colonia de abejas melíferas, un complejo sistema de cría descrito como “superorganismo”, las abejas obreras hembras son estériles. La abeja reina adulta, seleccionada y alimentada por las obreras, es la que se aparea con los zánganos.
Debido a que el gen “egoísta” que controla la esterilidad de las obreras nunca había sido aislado, la comprensión de cómo el altruismo reproductivo puede evolucionar ha sido completamente teórica.
En 2006 se completó el Proyecto Genoma de la Abeja. En el número de Julio de Genetics, Peter Oxley de la Universidad de Sidney (Australia) y Graham Thompson de la Universidad de Western Ontario (Canadá), basándose en los resultados del proyecto, informan de que han conseguido aislar la región del genoma de las abejas obreras que alberga este gen egoísta. Esto, aunque parezca una obviedad, implica que el gen egoísta existe, dando así base experimental a buena parte de la sociobiología.
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