El pasado 11 de junio era puesto en órbita el Telescopio Espacial de Gran Área de Rayos Gamma, GLAST por sus siglas en inglés (Gamma-ray Large Area Space Telescope). Este telescopio es un paso más en una forma de “ver” el universo que comenzó en el siglo XX. Ponemos a continuación el GLAST en su contexto histórico, basándonos en el texto de Robert Naeye “History of Cosmic Discovery: Opening New Windows”.
Desde el punto de vista de la observación del universo, el logro más importante del siglo XX fue sin duda la apertura de todo el espectro electromagnético, parte del cual sólo es accesible desde el espacio. Los descubrimientos de la radioastronomía, de la astronomía de rayos X o la de rayos gamma destrozaron la visión de un Universo tranquilo y que cambiaba lentamente. Vivimos en un universo de explosiones, colisiones y procesos que implican temperaturas y energías inimaginables que sería incomprensible para los astrónomos de antaño.
Siguiendo los pasos del trabajo pionero de Karl Jansky y Grote Reber en los años 30 y 40 del pasado siglo, los astrónomos se dieron cuenta de que el cielo de radio contenía una riqueza extraordinaria de información acerca del Sistema Solar, las estrellas, las galaxias y de objetos aún más exóticos. Gracias a la apertura de la ventana de radio, los astrónomos descubrieron los quásares, los púlsares, la radiación de fondo de microondas, la estructura espiral de la Vía Láctea, la materia oscura y chorros increíbles disparados desde el centro de las grandes galaxias. Las misiones de la NASA como COBE y WMAP han permitido y fomentado la formulación de teorías acerca del origen y posible futuro del Universo.
En 1962, Riccardo Giacconi y varios colegas abrieron otra ventana más cuando lanzaron un cohete por encima de la atmósfera. Un detector de rayos X encontró la poderosa fuente Scorpius X-1 y un difuso brillo de fondo de rayos X. A consecuencia de este descubrimiento siguieron experimentos con globos y cohetes y satélites de la NASA y la ESA como Uhuru, Einstein, ROSAT, Chandra, XMM-Newton y Suzaku, que han estudiado y estudian agujeros negros, supernovas, chorros relativistas y galaxias activas. Giacconi recibió el Premio Nobel de Física de 2002.
También hacia el final del siglo XX, los científicos abrieron la ventana de los rayos gamma, lo que llevó al descubrimiento de los brotes de rayos gamma, los blázares de rayos gamma, las interacciones de los rayos cósmicos y otros fenómenos. La astronomía infrarroja por su parte proporciona información acerca de las regiones donde se forman las estrellas y ayuda a detectar planetas extrasolares y los discos donde se forman.
Varios observatorios en tierra y en órbita han abierto prácticamente la totalidad del espectro electromagnético, con descubrimientos inesperados prácticamente a cada paso. Pero el espectro de rayos gamma entre los 10 y los 100 gigaelectronvoltios (GeV) está prácticamente inexplorado. El principal instrumento del GLAST, el Telescopio de Gran Área, llenará ese hueco. El instrumento EGRET del Observatorio de Rayos Gamma Compton de la NASA vio pistas de fenómenos interesantes e inesperados en el rango de alta energía, pero el GLAST nos dará la primera visión detallada de esa ventana.
Desde el punto de vista de la observación del universo, el logro más importante del siglo XX fue sin duda la apertura de todo el espectro electromagnético, parte del cual sólo es accesible desde el espacio. Los descubrimientos de la radioastronomía, de la astronomía de rayos X o la de rayos gamma destrozaron la visión de un Universo tranquilo y que cambiaba lentamente. Vivimos en un universo de explosiones, colisiones y procesos que implican temperaturas y energías inimaginables que sería incomprensible para los astrónomos de antaño.
Siguiendo los pasos del trabajo pionero de Karl Jansky y Grote Reber en los años 30 y 40 del pasado siglo, los astrónomos se dieron cuenta de que el cielo de radio contenía una riqueza extraordinaria de información acerca del Sistema Solar, las estrellas, las galaxias y de objetos aún más exóticos. Gracias a la apertura de la ventana de radio, los astrónomos descubrieron los quásares, los púlsares, la radiación de fondo de microondas, la estructura espiral de la Vía Láctea, la materia oscura y chorros increíbles disparados desde el centro de las grandes galaxias. Las misiones de la NASA como COBE y WMAP han permitido y fomentado la formulación de teorías acerca del origen y posible futuro del Universo.
En 1962, Riccardo Giacconi y varios colegas abrieron otra ventana más cuando lanzaron un cohete por encima de la atmósfera. Un detector de rayos X encontró la poderosa fuente Scorpius X-1 y un difuso brillo de fondo de rayos X. A consecuencia de este descubrimiento siguieron experimentos con globos y cohetes y satélites de la NASA y la ESA como Uhuru, Einstein, ROSAT, Chandra, XMM-Newton y Suzaku, que han estudiado y estudian agujeros negros, supernovas, chorros relativistas y galaxias activas. Giacconi recibió el Premio Nobel de Física de 2002.
También hacia el final del siglo XX, los científicos abrieron la ventana de los rayos gamma, lo que llevó al descubrimiento de los brotes de rayos gamma, los blázares de rayos gamma, las interacciones de los rayos cósmicos y otros fenómenos. La astronomía infrarroja por su parte proporciona información acerca de las regiones donde se forman las estrellas y ayuda a detectar planetas extrasolares y los discos donde se forman.
Varios observatorios en tierra y en órbita han abierto prácticamente la totalidad del espectro electromagnético, con descubrimientos inesperados prácticamente a cada paso. Pero el espectro de rayos gamma entre los 10 y los 100 gigaelectronvoltios (GeV) está prácticamente inexplorado. El principal instrumento del GLAST, el Telescopio de Gran Área, llenará ese hueco. El instrumento EGRET del Observatorio de Rayos Gamma Compton de la NASA vio pistas de fenómenos interesantes e inesperados en el rango de alta energía, pero el GLAST nos dará la primera visión detallada de esa ventana.
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