Alrededor de 1 de cada 20 niños (por debajo de 18) padecen un conjunto de síntomas que ha venido en llamarse trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH). Aproximadamente el 60% de ellos presentan los síntomas también en edad adulta. Para lo que es básicamente un problema genético eso es un montón.
Muchos estudios han mostrado que el TDAH es verdaderamente genético y que no está, como se sospechaba antiguamente, relacionado con tener “malos” padres. Está asociado con algunas variantes en particular de moléculas receptoras de neurotransmisores en el cerebro. Un neurotransmisor es un compuesto químico que lleva mensajes entre células nerviosas (neuronas) y que, en el caso del TDAH, es la dopamina, que controla los sentimientos de recompensa y placer. La idea es que la gente con TDAH reciben una retroalimentación neurológica positiva por un comportamiento inadecuado. La sorpresa es que las variantes de receptores en cuestión siguen ahí. Podría haberse esperado que la selección natural se hubiese encargado de purgarlos...a no ser que tengan algún beneficio compensatorio.
Por supuesto, este análisis gira en torno a la noción de “inapropiado”. El principal síntoma de TDAH es la impulsividad. Los pacientes tienen problemas concentrándose en cualquier tarea a no ser que reciban retroalimentación continua, estímulo y recompensa. Tienden por lo tanto a mariposear de actividad en actividad. Los adultos con TDAH tienden a tener unos rendimientos pobres en la sociedad moderna y son proclives a comportamientos adictivos y compulsivos. Pero, ¿les iría bien a estas personas en circunstancias diferentes?
Una hipótesis es que el comportamiento asociado con el TADH ayuda a aquellas personas que, como los cazadores-recolectores y los pastores nómadas, llevan una vida errante. Desde el momento en que los sedentarios residentes de las ciudades actuales provienen de éstas, la selección natural puede que no haya tenido tiempo de purgar los genes que la causan.
Esto es lo que ha venido a probar el estudio realizado por Dan Eisenberg de la Universidad Northwestern publicado esta semana en BMC Evolutionary Biology (enlace abajo). En él comprobaron la presencia de la variante 7R de la proteína DRD4 (un receptor) en una tribu de pastores nómadas keniata llamada Ariaal. Trabajos anteriores ya habían mostrado que esta variante está asociada con la búsqueda de la novedad, ansia de comida y drogas y TDAH.
El equipo buscó la 7R en dos grupos de Ariaal. Uno aún era pastoril y nómada. El otro hacía poco que se había hecho sedentario. Encontraron que alrededor de un quinto de la población de ambos grupos tenía la versión 7R de la DRD4. Sin embargo, las consecuencias eran muy diferentes. Entre los nómadas, que vagan por el norte de Kenia pastoreando reses, camellos, ovejas y cabras, aquellos con 7R estaban mejor nutridos que los que no la tenían. Lo contrario era cierto para sus parientes sedentarios: los que tenían 7R estaban peor nutridos que los que no la tenían.
Esta investigación plantea la pregunta de si la gente que padece TDAH y los estados asociados, como la adicción, son inadaptados lidiando con una herencia genética que fue útil en su pasado evolutivo, pero que ahora es perniciosa. Conforme la sociedad continúe alejándose de ese pasado evolutivo, las consecuencias económicas y sociales de ser un inadaptado así puede que se conviertan en cada vez más importantes.
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