En los años 70 del pasado siglo, se descubrió que las conexiones elementales entre células cerebrales, llamadas sinapsis, podían cambiar su fortaleza tras breves periodos de actividad. Este proceso, llamado potenciación a largo plazo (LTP, por sus siglas en inglés), es el principal candidato a la hora de explicar cómo almacenamos información acerca de hechos, nombres y lugares específicos. Aunque laboratorios de todo el mundo han encontrado LTP en casi cualquier parte del cerebro de los mamíferos había una excepción llamativa: la parte del cerebro que primero procesa el sentido del olfato, el bulbo olfatorio.
Ben Strowbridge y Yuan Gao de
Usando un innovador microscopio láser casero, Strowbridge y Gao fueron capaces de determinar que el bulbo olfatorio tiene realmente LTP. Este avanzado microscopio usa una técnica de imagen llamada “excitación de 2 fotones” que permite a los investigadores ver células cerebrales completas y comprobar entonces si diferentes tipos de estímulos a la célula median en la memoria olfatoria.
Los neurocientíficos creen comúnmente que la forma en la que el cerebro procesa la información es similar a escalar una pirámide, comenzando desde abajo y subiendo hasta la punta. Todos los sistemas sensoriales tienen un gran número de células de bajo nivel que hacen cosas muy simples (formando la base de la pirámide), que alimentan sus resultados a zonas cerebrales más altas en la pirámide. Las neuronas en estas regiones “más altas” comienzan a reflejar conceptos abstractos, como la forma de las caras humanas en el sistema visual o melodías en el auditivo. Las áreas cerebrales relacionadas con nuestra percepción consciente del mundo se supone que están en la cima de la pirámide.
Una de las implicaciones del trabajo de Strowbridge y Gao es que el cerebro conoce diferentes olores haciendo que áreas cerebrales “más altas” (el córtex olfatorio) hagan predicciones sobre qué olor pueda ser y comprobando después dicha predicción con los datos sensoriales reales que llegan al cerebro desde el bulbo olfatorio.
Estudios anteriores habían sugerido que los cambios de circuito asociados con el aprendizaje olfatorio, tales como el aprendizaje de las ovejas a la hora de reconocer a sus corderos a través de sus olores característicos, implicaban cambios en el bulbo olfatorio. Este estudio muestra que ciertos circuitos cerebrales olfatorios cambian con la experiencia, lo que podría ser una explicación de cómo los animales generamos los recuerdos de los olores (lo que incluye al señor Proust y su magdalena).
Incidentalmente, el grupo de Strowbridge fue el que en 2006 explicó las funciones de las células de Blanes en la formación de los recuerdos de olores. Las células de Blanes fueron descritas, dibujadas y nombradas por Ramón y Cajal
El original, "Long-term plasticity of excitatory inputs to granule cells in the rat olfactory bulb", aparece en Nature Neuroscience.
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