Hay pocas acciones más tontas, desde el punto de vista evolutivo, que criar al hijo de otro macho. En las especies en las que el cuidado paterno de la descendencia es importante pero la paternidad es incierta, la teoría de la evolución sugiere que deberían evolucionar mecanismos de reconocimiento del parentesco genético (coincidencia en el fenotipo, es decir, parecerse en el físico). Se supone que los padres discriminan entre sus propios hijos y los de otros basándose en similitudes en el fenotipo, asignando los recursos en función de ello. Esto es lo que acaba de comprobar en humanos un equipo de la Universidad de Montpellier (Francia) liderado por Alexandra Alvergne. El estudio aparece en el número de julio de Animal Behaviour.
La cuestión que afrontó el equipo de investigadores fue triple: ¿Reconocen los padres humanos características de los niños que revelasen de quien eran realmente hijos? ¿Usan esta información como guía a la hora de repartir la cantidad de atención que dedicaban a cada supuesto hijo e hija? ¿Afectaba la atención prestada as estado de salud general de los niños?
Para dar respuestas a estas preguntas se realizaron varios experimentos entre los habitantes de la región de Sine Saloum (Senegal), en la que la poliginia (un hombre con varias esposas) es común. En sociedades como estas, como en la de cualquier otra especie en la que existen los harenes, los incentivos para los hombres solteros y esposas desatendidas de verse implicados en relaciones secretas son particularmente altos. Este tipo de comportamiento le da a los machos la posibilidad de reproducirse y a las hembras la de distribuir sus apuestas.
Treinta familias con al menos dos hijos con edades entre los 2 y los siete años estuvieron de acuerdo en participar en un estudio con dos partes. A cambio recibieron equipamiento agrícola. En la primera parte, se tomaron fotos de los niños y de sus “padres”. Se seleccionaron más de 100 jurados de pueblos lejanos para que decidieran sobre las fotografías cual de tres hombres posibles era el padre de cada niño.
En la segunda parte del estudio, los investigadores recogieron las camisetas que padres e hijos habían llevado mientras dormían. Estas camisetas se presentaron a 300 jurados de otros pueblos que no habían intervenido en la primera parte del estudio. Trabajos anteriores han confirmado que los padres y su descendencia pueden a menudo emparejarse a partir del olor de las camisetas, por lo que a los jurados se les pidió que compararan el olor de cada niño con el de dos camisetas que habían llevado puestas hombres, y que identificaran de esta manera cual había llevado el padre del niño.
Se realizaron entrevistas individuales con las madres y los padres. Durante las mismas Alvergne y su equipo preguntaron cuantas horas pasaban los padres con cada uno de sus hijos. También hicieron preguntas indirectas, como si la madre recibía dinero del padre para los niños y, si era así, cuanto. A las preguntas se les asignaba un valor numérico, dando 4 puntos a respuestas como “me da un montón de dinero cada semana” y cero a “no me da nada”. Las respuestas asociadas a conflictos en la pareja, uso de drogas y celos recibían puntos negativos. Los resultados se combinaron para crear un Índice de Inversión Parental (IIP) que iba de -4 a +4. También se valoró la situación nutricional de los niños, usando para ello el Índice de Masa Corporal (IMC).
El resultado es que los niños que se parecían y olían como sus padres recibían de hecho mayor inversión parental (cuidado por parte de sus padres en términos de tiempo y dinero) que los que no. Conseguían un valor promedio de IIP de +1. Los que no se parecían u olían como sus padres obtenían de media -1. Se pudo constatar que existía una correlación entre el valor de IIP y estado nutricional del niño. Los niños con valores de IIP de +2 promediaban 16,5 de IMC. Los que obtenían un -2 de IIC obtenían un valor medio de IMC de 15.
El parecerse al presunto padre importa. Y al que diga que las apariencias no importan, después de este estudio, se le podrá responder que no, pero que pueden dejarte hambriento.
Referencia:
Alvergne, A., Faurie, C., & Raymond, M. (2009). Father–offspring resemblance predicts paternal investment in humans Animal Behaviour, 78 (1), 61-69 DOI: 10.1016/j.anbehav.2009.03.019
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