El físico alemán Max Born fue, junto a Niels Bohr, Max Planck, Werner Heisenberg y Einstein uno de los fundadores de la mecánica cuántica. Born y Einstein fueron amigos desde que se conocieron hasta la muerte de Einstein en 1955, y se mantuvieron frecuentemente en contacto a lo largo de varias décadas. Esta correspondencia es una fuente magnífica para historiadores e investigadores.
El primer encuentro entre Einstein y Born tuvo lugar dos meses después de que Einstein abandonase su trabajo en la Oficina de Patentes en 1909. Einstein dio una célebre conferencia en una reunión científica en Salzburgo en la que afirmó que los científicos pronto demostrarían que la luz podía ser considerada tanto una onda como una partícula. El mismo Einstein había predicho que la luz estaba constituida por partículas, los cuantos de energía que terminarían llamándose fotones, pero el sabía perfectamente que la descripción ondulatoria de la luz también parecía adecuada. Siendo un pensador creativo como era, aceptó fácilmente que podía resultar que la luz fuese ambas cosas. Born se acercó a Einstein después de la charla y, muy excitado por las ideas de Einstein, discutieron esta nueva visión “cuántica” de la luz.
Lo que Einstein no podía predecir fue la dirección que sus ideas tomarían cuando cayesen en manos de otros. En los siguientes 15 años, Niels Bohr, el mismo Born y otros aceptarían completamente esta dualidad onda-corpúsculo, y llevaron la mecánica cuántica más allá, describiendo un universo que estaba gobernado por este tipo de excentricidades. Había muchas interpretaciones de cómo la luz podía ser a la vez onda y partícula; la de Born era que la luz estaba constituida por partículas pero que su movimiento estaba guiado por una onda.
Los físicos que aceptaban la mecánica cuántica veían el mundo lleno de estas rarezas; la nueva ciencia también insistía en que todas las partículas fundamentales estaban gobernadas solamente por las leyes de la probabilidad y el azar, sin más predictibilidad que la que se puede hacer al apostar a la ruleta. Esta era una visión que Einstein no podía aceptar. Escribió a Born en 1925: “[...] la mecánica cuántica es ciertamente imponente. Pero una voz interior me dice que todavía no es la verdad. La teoría explica muchas cosas, pero no nos aproxima nada al secreto del “Viejo”. Yo, en cualquier caso, estoy convencido de que Él no está jugando a los dados”. Conforme Einstein expresaba esta opinión cada vez con más énfasis en sus intervenciones públicas, a Born le preocupaba que Einstein se estuviese alienando él mismo de la comunidad científica.
Viviendo en Berlín en la misma época, Born y Einstein tuvieron experiencias similares en Alemania. En 1918, tras terminar la Primera Guerra Mundial, los estudiantes revolucionarios de la Universidad de Berlín tomaron un edificio y retuvieron a varios empleados como rehenes. Einstein, pensando que tenía cierta influencia sobre los estudiantes, lo que era cierto, le pidió a Born que fuese con él a negociar la liberación de los rehenes. Einstein tenía la reputación de ser muy de izquierdas, cercano a los comunistas, y a los estudiantes les sorprendió que su amado profesor no les apoyase. En su autobiografía Born escribió: “Todavía puedo ver ante mí las caras atónitas de estos ansiosos jóvenes cuando el gran Einstein, que ellos creían de todo corazón que estaba de su parte, no los seguía ciegamente en su fanatismo”. Juntos los dos científicos ayudaron a conseguir una solución pacífica al conflicto, loe rehenes fueron liberados. [En la imagen Born en esta época]
Después de la Primera Guerra Mundial, el creciente nacionalismo en Alemania llevó a un antisemitismo que afectó tanto a Einstein como a Born, también judío. Ante la hostilidad de su tierra natal, Born terminaría emigrando a Escocia, mientras que Einstein se marchó a los Estados Unidos. Continuaron escribiéndose hasta la muerte de Einstein en 1955. A Born le entristecía sobremanera, sin embargo, que Einstein rechazase cada uno de los intentos que hizo para convencerle de la validez de la mecánica cuántica. Einstein discutió, y desde su punto de vista refutó, cada artículo y cada carta que Born escribió y nunca aceptó la nueva ciencia.
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