miércoles, 5 de mayo de 2010

Cuanto más saludable es un país, menos valoran las mujeres la masculinidad.


Si se pregunta a una mujer, lo más probable es que tenga muy claro qué tipo de hombre le gusta para padre de sus hijos. Lo que también es probable es que no pueda dar una explicación de por qué le gustan así. Un nuevo dato se une a la multitud de factores que influyen en sus inclinaciones: las preferencias a la hora de elegir pareja varían con la incidencia que tienen las enfermedades en una sociedad determinada. Esa es al menos la conclusión de un estudio [1] que aparece en los Proceedings of the Royal Society.

En un varón, las características físicas que se asocian con la masculinidad suelen ser indicio de un fuerte sistema inmunitario y, por tanto, de una mayor probabilidad de producir una descendencia más sana que los varones de rasgos más finos. Pero esos hombres tan masculinos también son más promiscuos y no están tan interesados en mantener relaciones a largo plazo, siendo también más probable que abandonen a la mujer a la hora de criar a los hijos.

Hoy día, una paternidad responsable es a menudo más importante para la viabilidad de la descendencia de un hombre que su masculinidad. Esto hace que, tal y como sospechan algunos investigadores, las características físicas preferidas por las mujeres a la hora de buscar un padre para sus hijos cambien, al menos en algunas sociedades.

Un estudio llevado a cabo en 2004 [2], por ejemplo, descubrió que las mujeres de zonas rurales de Jamaica encontraban a los varones muy masculinos mucho más deseables que los encontraban las mujeres del Reino Unido, lo que llevó a plantearse si estas preferencias eran arbitrarias o si las mujeres en diferentes partes del mundo podrían estar adaptándose a circunstancias que ponen el énfasis en la masculinidad en el cálculo competitivo.

Benedict Jones y Lisa DeBruine, de la Universidad de Aberdeen (Reino Unido), autores del estudio que nos ocupa, intentaban descubrir si existía una relación inversa entre las preferencias de las mujeres por las características masculinas y los niveles de salud del territorio en el que vivían.

Para probar su tesis, los investigadores mostraron 20 pares de caras (como las de la imagen) a 4.800 mujeres de 30 países distintos, en su laboratorio online faceresearch.org (en el que el lector puede experimentar y, si se desea, participar en nuevos estudios). Las caras eran versiones “masculinas” o “femeninas” de las mismas características. Las mujeres, que eran todas blancas con objeto de controlar las diferencias raciales, tenían que evaluar cada cara en función de su atractivo. Los resultados permitieron a los investigadores calcular un promedio de “preferencia masculina” para las mujeres de los países en cuestión.

Una vez hecho esto, compararon sus resultados con distintos indicadores de salud a nivel nacional en cada uno de esos países, como mortalidad infantil, esperanza de vida y la prevalencia de enfermedades transmisibles. Dado que existe una fuerte correlación entre estas variables y la riqueza de un país, los investigadores comprobaron sus datos midiendo si el producto interior bruto per cápita por sí sólo podía justificar las diferencias en las preferencias de pareja. También introdujeron un control para minimizar las diferencias culturales; éste consistía en un cuestionario que permitía medir las diferencias en pautas de emparejamiento entre culturas: específicamente si las mujeres preferían relaciones a corto o largo plazo.

Ni la riqueza ni las pautas de emparejamiento tenían mucho impacto en las preferencias de las mujeres por los muy machos. Las tasas de enfermedades, por el contrario, parecían estar directamente relacionadas con sus gustos: cuanto más saludable era la sociedad, menos mujeres valoraban la masculinidad.

En los ambientes en los que la enfermedad ronda por todas partes y la mortalidad infantil es alta, las mujeres prefieren los hombres masculinos (hasta el punto de admitir la poliginia, como demostró B.S. Low [3]). En lugares como Estados Unidos y el Reino Unido, donde saber cómo analizar las diferencias en prestaciones de un seguro médico es más importante que combatir una infección con los solos recursos del propio cuerpo, los debiluchos de rasgos feminoides son al menos tan competitivos como los supermachos.

Referencias:

[1]

DeBruine, L., Jones, B., Crawford, J., Welling, L., & Little, A. (2010). The health of a nation predicts their mate preferences: cross-cultural variation in women's preferences for masculinized male faces Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences DOI: 10.1098/rspb.2009.2184

[2]

PENTONVOAK, I., JACOBSON, A., & TRIVERS, R. (2004). Populational differences in attractiveness judgements of male and female facesComparing British and Jamaican samples Evolution and Human Behavior, 25 (6), 355-370 DOI: 10.1016/j.evolhumbehav.2004.06.002

[3]

LOW, B. (1990). Marriage Systems and Pathogen Stress in Human Societies Integrative and Comparative Biology, 30 (2), 325-340 DOI: 10.1093/icb/30.2.325

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