Un estudio publicado en los Proceedings of the National Academy of Sciences viene a cofirmar algo que se sospechaba desde hace tiempo: no existe ningún área avanzada en el cerebro humano para el procesamiento del lenguaje. Es decir, no existe ninguna zona en el cerebro humano, que se use para la interpretación del lenguaje, distinta de las que ya están presentes en otras especies.
El equipo de investigadores, de
La hipótesis que el equipo quería comprobar era, muy simplificada, la siguiente: si existiese un área especial para el procesamiento del lenguaje, aquel debería activarse independientemente de la gramática de la lengua que se perciba. Si, por el contrario, no existe un área específica, dependiendo del tipo de gramática que se use para formar una frase, el cerebro activará un determinado conjunto de regiones para procesarla, de la misma manera que un mecánico no usa las mismas herramientas para desmontar un radiador que para cambiar una rueda.
Para que el experimento fuese realmente fiable lo único que debería cambiar debería ser la gramática, siendo todo lo demás igual. ¿Qué lenguas usar entonces? La lengua ideal no resulta ser una lengua verbal, sino la de signos americana. Para entender la elección es necesario diferenciar, siquiera groseramente, entre dos tipos de gramática.
Algunas lenguas, como el inglés, se basan en el orden de las palabras en una frase para deducir las relaciones entre los elementos de la misma. Cuando un hablante inglés oye la frase “Molly sees Rob”, es evidente por el orden de palabras que Molly es el sujeto que realiza la acción del verbo y Rob es el objeto de dicha acción y no al contrario. En alemán (o en latín), por otro lado, la función gramatical de una palabra en una frase depende de su flexión, es decir, de cómo está declinada (qué sufijo se le ha añadido), por lo que el orden puede ser alterado sin cambio de significado.
La lengua de signos americana (ASL, por sus siglas en inglés) tiene la característica de que las relaciones sujeto-objeto pueden ser expresadas de las dos maneras: usando el orden de las palabras o la flexión. En lengua de signos esto quiere decir que, o bien se realizan los signos de “Molly”, “sees” y “Rob" en ese orden, o el comunicante puede usar variaciones físicas (movimiento de las manos en el espacio, realización de los signos a un lado del cuerpo) para establecer el sentido de la frase. Para este estudio, los investigadores construyeron 24 frases y expresaron cada una de esas frases usando ambos métodos.
Los videos de las frases expresadas en lengua de signos fueron proyectados ante sujetos, para los que
Los dos tipos de frases activaron una red de regiones cerebrales coincidente, pero con diferentes patrones de actividad. Las frases de orden de palabras activaron áreas del hemisferio izquierdo implicadas en la memoria de trabajo y el acceso al léxico, entre ellas el córtex prefrontal dorsolateral. Por otro lado, las frases que usaban la flexión activaban los áreas que participan en construir y analizar la estructura combinatoria (esto es, dividir la información en las partes que la constituyen) en ambos hemisferios, como la región frontal inferior bilateral y los ganglios basales.
Estos resultados sugieren que, para una función lingüística dada, la activación de una estructura neuronal podría depender de los recursos cognitivos específicamente requeridos para procesar características lingüísticas concretas. Dicho de otra forma, el cerebro rentabiliza estructuras preexistentes para interpretar el lenguaje.
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