La testosterona es el chivo expiatorio perfecto al que culpar de la excesiva propensión al riesgo de un analista financiero o del mal comportamiento de un estudiante asociado a un trastorno por déficit de atención con hiperactividad. En efecto, en ambos casos, y en otros, muchos investigadores piensan que la causa última es la exposición a un exceso de la hormona masculina en el vientre materno. También habría efectos positivos. Las jugadoras de fútbol de élite y los músicos varones de éxito también habrían estado expuestos a la testosterona mientras eran fetos.
Y sin embargo las pruebas de que la exposición in utero a la testosterona es la que causa todas estas cosas se basan en una cadena causal no demasiado robusta. Lo que estas personas realmente comparten es una tendencia de los dedos anulares a ser más largos que sus dedos índices (a esto lo llamaremos ratio digital). Esta peculiaridad anatómica se atribuye habitualmente a la exposición fetal a la testosterona porque es común en los varones y mucho más rara en las mujeres, y porque parece que hay una correlación entre el momento en el que aparece durante la gestación y una subida de los niveles de testosterona en el útero. Pero la conexión nunca ha sido probada de forma incontrovertible. Se ha convertido, más bien, en la verdad “aceptada”.
Una nueva investigación llevada a cabo con pájaros sugiere ahora que esta verdad aceptada podría estar equivocada. En el estudio de las patas de los diamantes mandarines (Taeniopygia guttata) publicado en los Proceedings of the Royal Society, Wolfgang Forstmeier y sus colegas del Instituto Max Planck de Ornitología (Alemania) concluyen que sería el estrógeno más que la testosterona la hormona responsable. Esto es algo que a los lectores de este blog ya les suena familiar.
Aunque hayan pasado 300 millones años desde el último ancestro común de humanos y mandarines, el diseño básico del cuerpo vertebrado es el mismo en ambos. Forstmaier, un experto en el comportamiento de los mandarines, se planteó si la conexión entre ratio digital y comportamiento también aparecería en sus animales.
Y lo hacía. El ratio entre los dedos segundo y cuarto de los mandarines está relacionado con el número de canciones de cortejo por parte de los machos y menos saltos de flirteo por parte de las hembras, en otras palabras, con un comportamiento más masculino, independientemente del sexo del individuo.
Forstmeier y sus colegas fueron un paso más allá e investigaron los receptores de estrógenos y de andrógenos, básicamente moléculas que responden selectivamente a las hormonas femeninas o masculinas respectivamente.
Los receptores en cuestión orquestan tanto el desarrollo físico como el del comportamiento, incluyendo algunos tipos de crecimiento óseo, en muchas especies vertebradas. Las distintas versiones de los receptores (codificadas por genes que tienen secuencias de ADN ligeramente diferentes, polimorfismos) pueden ser más o menos sensibles a la hormona apropiada. De aquí que el equipo de investigadores se plantease si el tipo de receptor hormonal que tenía un pájaro tenía influencia en la ratio digital, su comportamiento sexual o en ambos.
Para averiguarlo el equipo buscó correlaciones entre genes, ratios y comportamiento en 1156 diamantes mandarines. Sorprendentemente, a la vista de la hipótesis de trabajo acerca de los humanos, el tipo de receptor de testosterona era irrelevante. Eran las variantes de los receptores de estrógeno (en concreto en el gen alfa del receptor del estrógeno, ESR1) las que sí mostraban una correlación (débil) tanto con el ratio digital como con el comportamiento de cortejo. Esto sugiere que los comportamientos que en las personas suelen atribuirse a la testosterona son causados, en los pájaros, por el estrógeno fetal (o, más bien, por la respuesta a él).
Esto, obviamente, no significa que lo mismo sea cierto para las personas: 300 millones de años es un tiempo lo suficientemente largo como para que aparezcan diferencias. También es cierto que el ratio digital que predice el comportamiento masculino en los pájaros es el opuesto al que se encuentra en humanos. Pero lo que sí sugiere es que merece la pena pararse a comprobarlo. Aunque la ciencia le guste considerarse a sí misma racional, está hecha por humanos y, por lo tanto, adolece de la tendencia de éstos a las suposiciones y a las manías. Esto, unido a que muchos científicos son varones, puede haber llevado a asumir blandamente qué hormona está relacionada con el comportamiento de tal o cual género.
Referencia:
Forstmeier, W., Mueller, J., & Kempenaers, B. (2010). A polymorphism in the oestrogen receptor gene explains covariance between digit ratio and mating behaviour Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences DOI: 10.1098/rspb.2010.1007
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