La esponja marina Amphimedom queenslandica evolucionó a partir de ancestros unicelulares antes de la explosión del Cámbrico, lo que la hace uno de los primeros organismos multicelulares. Sin embargo, cuando el equipo encabezado por Mansi Srivastava, de
El surgimiento de los animales unicelulares a partir de ancestros unicelulares ocurrió hace más de 600 millones de años. Esta evolución conllevó la aparición de mecanismos para coordinar la división, el crecimiento, la especialización, la adhesión y la muerte de las células. El mal funcionamiento de estos mecanismos es lo que da lugar a enfermedades como los distintos tipos de cáncer, en los que los controles de las relaciones intercelulares fallan, o a las enfermedades autoinmunes, en las que las distinciones entre lo propio y lo extraño se desvanecen. Las señas de identidad de la multicelularidad de los metazoos están, por tanto, íntimamente relacionadas con las del cáncer y la inmunidad. Las esponjas juegan un papel crítico en la búsqueda de los orígenes de los procesos multicelulares de los metazoos, ya que están consideradas como el filo más próximo al ancestro común de todos los metazoos.
Si bien la pertenencia de las esponjas al Reino Animal se determinó ya en el siglo XIX, la ausencia de músculos, sistema nervioso y órganos internos las ha relegado al subreino de los parazoos, un escalón por debajo de los eumetazoos, es decir, los verdaderos animales. No obstante lo anterior, las esponjas comparten con los eumetazoos los genes que regulan la adhesión y la señalización. Así como otros que regulan el desarrollo de la estructura corporal, como los factores de transcripción del desarrollo. De hecho, los embriones y las larvas de las esponjas son perfectamente comparables a los de otros animales. Dentro de las esponjas hay diversidad y su filogenia aún no está clara, lo que permite la posibilidad de que las esponjas sean parafiléticas, lo que implicaría que existirían otros animales que evolucionaron a partir de los ancestros de las esponjas.
Pues bien, Amphimedom queenslandica porta genes que, en animales más complejos, codifican los factores de transcripción implicados en la diferenciación de músculos y nervios, a pesar de carecer de sistema neuromuscular. Una posible hipótesis es que Amphimedom queenslandica se trataría de una “vuelta atrás”, esto es, que habría evolucionado a partir de un organismo más complejo, simplificándose. Pero esto no está para nada claro.
La presencia de genes neuronales, que es muy posible que cumpliesen una función en los protozoos, hace que nos planteemos al menos dos grandes preguntas: ¿Cómo pasaron estos genes a regular el desarrollo del sistema nervioso en animales posteriores? Y ¿qué función desempeñaban estos genes en los organismos aún más primitivos?
Referencia:
Bufff, me quedo un poco a cuadros con esta entrada.
ResponderEliminarComo bien dices, las teorías a las que pueden apuntar este sorprendentísimo descubrimiento son bastantes, porque tanto la "desevolución" de estos parazoos como la existencia de genes para sistemas que ni siquiera existían aún parece cosas de expediente clasificado.
Y lo que es quizá más importante: ¿hasta dónde podemos remontarnos rastreando los orígenes de algo que por desgracia es tan común como un cáncer o el Alzheimer?
A esperar tocan.
No me he leído el artículo, pero me parece muy raro que se trate de una "desevolución". Lo que tiene más sentido es que originalmente esos genes no tenían la misma función que ahora aunque sean homólogos con los genes neuronales de los eumetazoos. En algún momento adquirirían una nueva función, algo así como una exaptación genética. En todo caso es un resultado interesante que se une a otro reciente que dice haber encontrado un verdadero epitelio en una esponja (algo que al parecer era también exclusivo de eumetazoos)
ResponderEliminarhttp://www.plosone.org/article/info%3Adoi%2F10.1371%2Fjournal.pone.0015040
Gracias a ambos por los comentarios.
ResponderEliminarYo me inclino más por la explicación que da cope y que yo apunto en la entrada con las preguntas finales.