Tan sólo cuatro (4) segundos de silencio durante una conversación son suficientes para evocar los miedos primarios, que activarán esas sensaciones tan angustiosas de incompatibilidad y exclusión. Esta es, al menos, una de las conclusiones a las que ha llegado el equipo de investigación encabezado por Namkje Koudenburg, de la Universidad de Groninga (Países Bajos), y que publica en el Journal of Experimental Social Psychology.
El que una conversación sea fluida se asocia con emociones positivas, favorece un sentimiento de pertenencia, de autoestima, de validación social y de consenso. Sin embargo, la interrupción de esa fluidez con un silencio breve produce sentimientos de rechazo y emociones negativas.
Para el estudio, los investigadores realizaron dos experimentos en los que analizaron la respuesta de los participantes a silencios incómodos. En el primero, 102 universitarios leyeron una de dos historias. La primera versión describía a alguien que hacía un comentario desconsiderado (“Creo que las personas obesas debería pagar por dos asientos en el autobús”) que iba seguido por un silencio. En la historia alternativa la conversación seguía como si nada tras el comentario. A los estudiantes se les pedía que se imaginasen en la situación de la persona que había hecho ese comentario. No es sorprendente que dijeran sentirse más ansiosos, rechazados y menos seguros en la situación con el silencio que en la alternativa.
En el segundo experimento 60 estudiantes visionaron vídeos de dos situaciones alternativos en los que el comentario inapropiado se hacía en una conversación sobre relaciones personales y se refería al sexo entre profesores y alumnos. En un caso, la afirmación era seguida por un silencio de cuatro segundos; en la otra versión la conversación continuaba como si nada. Si bien los vídeos no contenían referencias al silencio y los sujetos ni siquiera fueron conscientes de la pausa, los estudiantes que vieron la versión que contenía la rotura de la conversación volvieron a valorar sus sentimientos de rechazo como mayores y su autoestima más baja.
La hipótesis es que la sensibilidad frente a los signos de rechazo y exclusión surgió durante la historia evolutiva de la especie, en la que hubo momentos en los que verse excluido de un grupo o la división de éste podía significar, literalmente, la diferencia entre la vida y la muerte. Estos días, afortunadamente, las consecuencias del rechazo social son bastante menos duras, aunque no siempre se sienta así.
Referencia:
¿Y no será que la pausa te deja tiempo para reflexionar sobre lo que acabas de escuchar?
ResponderEliminarTambién me sorprende la frase: "los sujetos ni siquiera fueron conscientes de la pausa"
Buenos días. Como siempre, además de los artículos, las fotografías que acompañan a cada escrito son fantásticas.
ResponderEliminarEsta en particular me ha gustado mucho y me pregunto si sería posible facilitar un enlace a una versión con mayor resolución.
Un saludo y gracias.
@Germán Fernández: gracias por el comentario. Es la persona que emite el comentario la que ha de reflexionar. Por otra parte, la gente que ve un vídeo pero no otro no es consciente de la transcendencia de la parada, de la misma forma que tu no eres consciente del lenguaje corporal de los demás aunque te influya continuamente.
ResponderEliminar@Anónimo: Gracias. Está en varias webs y no sé cual es la fuente original. Esta es la de mayor resolución que he encontrado:
http://3lunches.com/wp-content/uploads/1136463_53873183.jpg