miércoles, 16 de febrero de 2011

Si funciona, no lo toques





Cuando un celacanto, un tipo de pez con las aletas lobuladas y que una vez se consideró una especie intermedia en la evolución de los peces a los anfibios, apareció en las redes de unos pescadores en 1938 vivito y coleando fue una conmoción para los paleontólogos. Hasta entonces las trazas más recientes que se tenían de un animal así aparecían en rocas que databan de una época en la que los dinosaurios todavía poblaban la Tierra, hace 65 millones de años. Fue como visitar Teruel y en vez del “Torico”  toparse con un Tyrannosaurus rex dando dentelladas. Ahora está pasando lo mismo pero al revés: en vez de encontrar vivo lo que se creía que sólo era un fósil, han encontrado un fósil que es idéntico a una especie actual.

El fósil en cuestión, un espécimen de 100 millones de años de antigüedad del noreste de Brasil, pertenece al género Schizodactylus. A este genero pertenecen insectos grandes, carnívoros y con aspecto de grillo cuyos patas se extienden en todas direcciones. Los Schizodactylus actuales usan sus pies como si fueran raquetas de nieve, lo que les permite moverse por los terrenos arenosos en los que viven en busca de sus presas.

Si el nuevo fósil, cuyo estudio detallado ha sido publicado en ZooKeys por Sam Heads (INHS, Estados Unidos) y Léa Leuzinger (U. Friburgo, Suiza), fuese simplemente parecido a las insectos actuales de pies extendidos el descubrimiento no habría sido especialmente sorprendente: simplemente sería un ejemplo más de estasis evolutiva, es decir, una característica que se mantiene a lo largo del tiempo. Lo que es sorprendente es lo estático que ha sido Schizodactylus.
La estasis evolutiva es bastante común en los niveles de clase, orden y familia del sistema linneano de clasificación. Una vez que la selección natural da con un buen diseño, este diseño se adopta con pequeñas modificaciones especie tras especie. Los cuerpos acorazados de las tortugas, por ejemplo, evolucionaron hace entre 250 millones y 200 millones de años, mientras que la estructura del cuerpo de los escorpiones se mantiene desde hace más de 400 millones de años. Esto no significa que un zoólogo vaya a confundir una tortuga de 200 millones de años  o  un escorpión de 400 millones con cualquier especie viva hoy día.
Lo que es llamativo de este fósil es que es tan similar a los animales actuales que puede ser clasificado en un género actual (el nivel más bajo de clasificación linneana por encima de especie) en vez de en un grupo taxonómico superior. Esto sí que es raro de verdad. Incluso el celacanto actual, después de ser estudiado en detalle, tuvo que ser ubicado en un género diferente al de cualquier fósil conocido.

Parece evidente que la estructura del cuerpo de Schizodactylus no es que sea buena, es que es óptima, al menos para el entorno en que el animal vive.  Los desiertos arenosos en los que prefiere vivir Schizodactylus han desaparecido del noreste Brasil, pero el hallazgo de este fósil muestra mejor que ninguna otra prueba cómo era esta zona hace 100 millones de años. Pero su hallazgo ilustra perfectamente algo mucho más importante, la primera regla de la selección natural: “si funciona, no lo toques”.

Referencia:

Heads, S., & Leuzinger, L. (2011). On the placement of the Cretaceous orthopteran Brauckmannia groeningae from Brazil, with notes on the relationships of Schizodactylidae (Orthoptera, Ensifera) ZooKeys, 77 DOI: 10.3897/zookeys.77.769

4 comentarios:

Demócrito dijo...

Y tiene todo el aspecto de que este diseño seguirá vigente aún cuando no ya haya humanos para verlo y catalogarlo :)

Alive dijo...

Qué curioso... quién sabe cuántos casos como este habrá.

Saludoss.

Anónimo dijo...

El cocodrilo no evolucionó porque no lo necesita. A ver cual es el depredador que se lo merienda.....

Marilau dijo...

Interesantisimo, aunque puede reavivar la irracionalidad creaccionista...