Agnes Pockels nació en Venecia (hoy, Italia) el 14 de febrero de 1862, donde su padre estaba destinado como oficial del ejército austriaco (Venecia perteneció a Austria hasta 1866) y donde enfermó de malaria. En 1871 la familia se asentó en Brunswick, en la Baja Sajonia, que ese mismo año entró a formar parte del II Reich alemán. Agnes, a lo largo de su vida viviría más cambios políticos sin salir de su casa: la I Guerra Mundial, la proclamación de la República de Weimar en la que Brunswick fue un estado libre, y la llegada al poder de Hitler y el advenimiento del III Reich. Agnes se dedicó a cuidar de sus padres y a su hermano pequeño, nunca se casó y nunca tuvo otro empleo que el de ama de casa. Y sin embargo, llegó a ser una pionera de la química, publicó repetidamente en Nature, se codeó con científicos de primer nivel, recibió un doctorado honoris causa, un homenaje de Wilhelm Ostwald, y sentó las bases para que otros profundizaran en su trabajo y llegasen a ganar un premio Nobel de química.
Una vez la familia asentada en Brunswick, Agnes se las ingenió para asistir al Instituto Municipal para Niñas mientras seguía ayudando en casa. En este colegio Agnes adquiriría “un entusiasta interés en las ciencias naturales, especialmente la física”. Cuando terminó sus estudios las universidades alemanas no admitían mujeres; cuando un poco más adelante sí lo hacían, sus padres no le permitieron matricularse.
En parte por inclinación propia y capacidades innatas, en parte por la influencia de su hermana mayor, Friedrich Pockels terminó estudiando física. Fue a través de los textos de su hermano, que Agnes devoraba, incluidos los de doctorado, como adquirió los conocimientos que ansiaba. Pero mientras que a su hermano le atraían las matemáticas y los aspectos más teóricos de la disciplina, Agnes era una mujer práctica, tenía que serlo por necesidad, y le encantaba la experimentación. Pero, ¿con qué experimentaría?
Su cuñada nos da la respuesta: “Esto es realmente cierto y no ninguna broma o licencia poética: lo que millones de mujeres ven todos los días sin placer ninguno y están ansiosas por tirar, esto es, el agua grasienta de fregar los platos, llevó a esta chica a hacer observaciones y en última instancia a la investigación científica.”
Agnes terminaría desarrollando un dispositivo que le permitía medir la tensión superficial de monocapas de sustancias hidrofóbicas (aceites y grasas) y anfipáticas (jabones y detergentes) y el tamaño de las moléculas. Consistía en un recipiente hecho a partir de una sartén de estaño (hojalata) con inserciones también de hojalata: una de las inserciones era fija, la otra, móvil, se usaba para comprimir una capa de jabón, por ejemplo, depositada sobre agua; las moléculas ocupan todo el espacio disponible, y se usa la inserción móvil para comprimir la capa; la presión necesaria, que cambia suavemente, se va registrando y llega un momento en que cambia bruscamente (el punto de Pockels), en ese momento las moléculas están en el máximo de compresión; sabiendo la superficie y el número de moléculas de jabón depositadas, sabes el área que ocupa una molécula. El dispositivo incorporaba una balanza con un disco de hojalata de 6 mm: determinando la fuerza necesaria para que el disco atraviese la monocapa se obtiene una medida de la tensión superficial. Con este dispositivo Agnes describió el comportamiento general de la tensón superficial con diferentes concentraciones de aceite y las cantidades de distintos aceites necesarias para constituir una monocapa de superficie conocida.
Sus estudios sólo eran conocidos por su hermano. Éste, consciente de la valía de los mismos y conocedor del mundo académico alemán y de la imposibilidad de que su hermana los publicase, podría haberlos publicado él mismo. En lugar de eso la animó a escribir al único hombre capaz de apreciar su trabajo, el mejor químico/físico experimental de la época, John William Strutt, tercer barón Rayleigh. Después de todo, un artículo de Lord Rayleigh que trataba algunos aspectos del trabajo de Agnes habían aparecido en 1890 en la Naturwissenschaftlichen Rundschau, a la que Agnes estaba suscrita.
El 10 de enero de 1891, Agnes escribió: “Milord: Habiendo tenido conocimiento de las fructíferas investigaciones llevadas a cabo por usted el año pasado sobre las poco conocidas propiedades de las superficies acuosas, he pensado que podría interesarle conocer mis propias observaciones sobre el asunto. Por varias razones no estoy en posición de publicarlas en los periódicos científicos, y por lo tanto he elegido este medio para comunicarle las más importantes de ellas...”
Lord Rayleigh no sólo era noble por nacimiento y, si ella no estaba en posición de publicar, el sí tenía el poder de hacer que se publicase un trabajo que tenía mérito. El 2 de marzo escribió al editor de Nature: “Le estaría muy agradecido si pudiese encontrar espacio para la traducción [realizada por Lady Rayleigh] adjunta de una interesante carta que he recibido de una dama alemana, quien con aparatos muy hogareños ha llegado a resultados valiosos con respecto al comportamiento de las superficies acuosas contaminadas. La primera parte de la carta de la señorita Pockels cubre casi el mismo terreno que parte de mi trabajo reciente y, en lo principal, está en armonía con él. Las secciones posteriores me parecen muy sugerentes, suscitando, si no las responden, muchas cuestiones interesantes. Espero encontrar pronto una oportunidad para repetir algunos de los experimentos de la señorita Pockels”.
La carta de Agnes aparecería publicada en Nature ese mismo año con el título de “Surface Tension” [Nature, vol. 43, pp. 437-439 (1891)]. Con ella Agnes Pockels había establecido las bases de la investigación cuantitativa de las películas superficiales, un nuevo campo científico que alcanzaría su reconocimiento con la concesión del premio Nobel de química a Irving Langmuir en 1932.
Al principio el mundo científico alemán no reparó demasiado en ella. Eso sí, recibió una invitación a hacer uso del laboratorio de física de la Universidad de Gotinga. Pero no la pudo aceptar. Sus responsabilidades familiares ahora incluían llevar la casa de la estrella de la familia, su hermano Friedrich, nombrado catedrático de física teórica en Heidelberg.
Pero Agnes no se quedó quieta. Todavía publicaría dos veces más en Nature (en 1892 y en 1894). También publicaría en lo que hoy llamaríamos revistas de divulgación científica alemanas, como Naturwissenschaftlichen Rundschau, y ocasionalmente también aparecería en revistas más especializadas. Mantuvo correspondencia con Georg Quincke, Herbert Teubner, Arnold Sommerfeld o Charles G. Darwin (no confundir con su abuelo). Incluso tras la muerte de su hermano en 1913 y su madre en 1914, continuó publicando casi anualmente el resultado de sus investigaciones. Todo cambió para ella con el fin de la Primera Guerra Mundial, sobre todo en lo que respecta al acceso a la literatura científica. Ya sólo publicaría de nuevo en 1926 y finalmente, sobre la adhesión de los sólidos, en 1933.
Sólo después de cumplir los 70 años empezó a ser reconocida la importancia de su trabajo en su país natal. 1932 sería su año. La Universidad Politécnica de Brunswick le concedió un doctorado honoris causa, el primero concedido a una mujer, en ingeniería, como inventora del método cuantitativo para medir la tensión superficial (y cuyo perfeccionamiento y los trabajos asociados le valdrían el Nobel de química a Langmuir, pero de esto ya hablaremos). Ese mismo año la Kolloid Gesellschaft le concede el premio Leonard (junto a Devaux). Finalmente, Wilhelm Ostwald publicaría un artículo en Kolloid Zeitschrift ponderando la importancia de su trabajo acompañado por una autobiografía de Agnes.
Agnes Pockels moriría el 21 de noviembre de 1935 en su hogar de Brunswick. El mundo la olvidaría poco después.
Esta entrada es una participación de Experientia docet en la VI Edición del Carnaval de Química que acoge Divagaciones de una investigadora en apuros.