Existe una serie de televisión que en España se llama “Ladrón
de guante blanco” y en México “Estafa y crimen” (“White
Collar” en el original) que está salpicada de pequeños trucos
neurocientíficos, que el protagonista usa para encandilar, distraer
o despistar a sus “víctimas”. Uno que me llamó la atención
recientemente fue la explicación del “ladrón” de cómo
falsificar una firma convincentemente. Tras hacer que el agente del
FBI al que se lo explicaba tratase de imitar una firma en un
documento, con un resultado pobre, él hizo una imitación perfecta y
con total naturalidad. Su explicación fue que el agente había
colocado la firma de forma legible, su cerebro había reconocido las
palabras y su tendencia natural a escribir palabras de determinada
manera había arruinado la imitación; el ladrón, por el contrario,
había tomado el documento tal cual estaba, es decir, al revés, su
cerebro había identificado la firma como un garabato y el sólo
había copiado el garabato. El ladrón estaba desactivando el área
visual de la forma de la palabra (AVFP).
El AVFP hace, con precisión y especificidad, lo que implica su
nombre. Cada vez que vemos algo que parece una palabra, se activa, como te habrá ocurrido con las imágenes que abren esta entrada. El
AVFP tiene una eficiencia tan alta a la hora de preparar la
información visual para su uso por los centros encefálicos del
lenguaje que la tarea de reconocimiento de palabras solamente
necesita unas decenas de milisegundos. Y, ¡ojo!, que nuestro cerebro
la realice con esa facilidad no implica para nada que sea una tarea
sencilla; al contrario, es una actividad muy compleja. De hecho, es
tan compleja que aún nos diferencia de los ordenadores: si, por
ejemplo, quieres dejar un comentario a esta entrada el sistema, para
asegurarse de que eres una persona, te pedirá que escribas una
palabra distorsionada visualmente (CAPTCHA), algo que para ti es
fácil, pero que los ordenadores que envían spam no pueden
hacer porque no la reconocen como palabra.
En un artículo que aparece en Neuron, un grupo de
investigadores encabezado por Andreas Rauschecker, de la Universidad
de Stanford (EE.UU.), presenta presenta un estudio en el que una de las conclusiones es que una de las
claves del funcionamiento del AVFP es su capacidad de reconocer
palabras empleando más de una ruta visual. Este hallazgo no sólo
demuestra la flexibilidad del sistema visual humano, también puede
significar un avance en la comprensión de la dislexia y otras
disfunciones lectoras, indicando posibles métodos que ayuden a los
afectados.
Antes de entrar en detalles, detengámonos aún un poco más en el
contexto, para poder apreciar en su valor este resultado. Cuando el
AVFP se descubrió en 2000, el mero hecho de que existiese un área
dedicada al reconocimiento de palabras fue recibido, cuando menos,
con sorpresa. La lectura es una actividad muy reciente en la historia
humana, ¿y hay un área especializada en palabras? La explicación a
esta paradoja es que hemos puesto el carro antes que los bueyes. El
AVFP no evolucionó para leer, probablemente inventamos sistemas de escritura que se acomodaban al AVFP.
El AVFP se encuentra en el córtex occipital (atrás) ventral
(abajo) y parece que es una estación de enlace entre el córtex
visual primario (V1) y las regiones del encéfalo que están
dedicadas al reconocimiento y la producción del lenguaje. Conforme
la capacidad de lectura del individuo mejora, el AVFP reclama
territorio para poder trabajar, expandiéndose a las áreas
limítrofes, incluyendo la dedicada al reconocimiento de caras.
Pero, ¿qué es necesario para que el AVFP identifique una
palabra? Tradicionalmente los investigadores (y nosotros) pensamos en
las palabras como contraste luminoso: por eso este blog tiene el
diseño que tiene, palabras negras sobre fondo blanco, para facilitar
el contraste y, por tanto, la lectura. El punto genial del estudio
que nos ocupa es pensar en las palabras como movimiento, lo que
supone una ruta neurológica diferente.
En vez de estar definidas por la luminosidad, las palabras se
definen por el movimiento, es decir, se distinguen del fondo no por
el color o el contraste sino por su dirección de movimiento
aparente. En un campo de puntos que se mueven en un sentido las
palabras, constituidas por puntos que se mueven en el sentido
contrario, aparecen como identificables para la mayoría de nosotros,
incluso si los puntos y el fondo tienen el mismo tono de color. Eso
sería una versión extrema de CAPTCHA.
A los participantes en el estudio se les pidió que intentasen leer
mientras sus encéfalos eran escaneados por resonancia magnética
funcional (fMRI). Los sujetos tenían que intentar leer varios tipos
de palabras, definidas por contraste de luminosidad o por el
movimiento, mientras los investigadores vigilaban la activación del
AVFP.
En esta situación las opciones estaban claras: o el AVFP se
activa para ambos tipos de presentaciones o no se activa para las
basadas en el movimiento. En este último caso ello querría decir
que el AVFP sería sensible sólo a una característica visual
básica, el contraste. Pero resulta que se activaba en los dos casos.
Eso quiere decir que el AVFP puede recibir información de la región
V5, también llamada temporal/medial o MT, que es la que se encarga
de la percepción del movimiento.
Los datos de la fMRI confirmaron que la V5 se activaba en
presencia de las palabras definidas por el movimiento, y no lo hacía
con las palabras en contraste. Con estos datos se concluye que es
posible que existan dos rutas visuales al AVFP.
Pero, como solemos repetir, correlación no implica causalidad.
Por ello los investigadores usaron en una segunda fase del estudio
estimulación magnética transcraneal para introducir “ruido” en
la región V5. Esta técnica consiste en aplicar campos magnéticos
pulsantes para inducir corrientes eléctricas en áreas del encéfalo,
lo que en términos de la antigua televisión analógica, es meter
tantas interferencias que no se puede ver la imagen o, en este caso,
que el área cerebral no pueda realizar su labor. La estimulación
tuvo el efecto de disminuir radicalmente la capacidad lectora de las
palabras definidas por el movimiento mientras que la de las de
contraste se mantenía inalterada. Con lo que quedaba confirmada la
comunicación V5-AVFP.
Pero ambas rutas además parece que pueden ser al menos
parcialmente aditivas. Una palabra definida tanto por contraste como
por movimiento produce una reacción del AVFP más intensa que si la
palabra es sólo contraste o sólo movimiento. Esta característica
abre la posibilidad de compensar algunos problemas lectores diseñando
dispositivos electrónicos que pueden reconducir la información
visual por una ruta cerebral que no esté dañada. Una persona que
tenga dificultad a la hora de leer un texto definido sólo por
contraste podría encontrarlo mucho más legible si se le incorpora
digitalmente un componente de movimiento.
Finalmente los experimentadores confirmaron algo ya conocido con
otro experimento en el que se pedía reconocer palabras con sentido y diferenciarlas de otras que no lo
tenían. El AVFP, se activaba en ambos casos, esto es, identifica palabras, independientemente de que
tengan sentido o no, de ahí su nombre. En términos matemáticos: el
AVFP es una condición necesaria pero no suficiente para la
identificación correcta de una palabra con sentido.
También solemos decir que un resultado interesante suscita más
preguntas de las que responde. Las palabras definidas por el
movimiento es un estímulo muy poco probable, y ¿nuestro cerebro
está preparado para él? ¿Es que la lectura se interpreta por el
cerebro como movimiento de palabras? ¿Cuál es la función de V5 en
la lectura? Y ya puestos, si el cerebelo controla el aprendizaje
motor, ¿también interviene en la capacidad lectora como hace en la
articulación del lenguaje?
Referencia:
Rauschecker, A., Bowen, R., Perry, L., Kevan, A., Dougherty, R., & Wandell, B. (2011). Visual Feature-Tolerance in the Reading Network Neuron, 71 (5), 941-953 DOI: 10.1016/j.neuron.2011.06.036
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