Imagina que hubiese una forma de desactivar determinadas neuronas
en el cerebro a voluntad y que, gracias a eso, pudieses estudiar los
efectos de esas neuronas en el comportamiento. Pues bien, esto es lo
que ha conseguido un equipo de investigadores encabezado por Scott
Sternson, del Centro Médico Howard Hughes (Estados Unidos). Los
resultados tienen la suficiente relevancia como para aparecer en
Science. La herramienta desarrollada, canales iónicos
modificados, permite precisamente medir la relación causal entre
grupos de neuronas concretos y comportamiento. Las implicaciones
orwellianas preferimos que no consten por escrito para no dar ideas.
En contra de lo que pudiese parecer, este trabajo más que un
avance neurocientífico, que lo es, es una magnífica ilustración de
los avances de la química de proteínas. Pero vayamos por partes.
La actividad eléctrica de las neuronas y, por tanto, su capacidad
para emitir señales, se basa en el mantenimiento de una diferencia
de cargas eléctricas a un lado y otro de la membrana celular. El
potencial eléctrico resultante es consecuencia del movimiento a
través de la membrana de iones como Na+ y Ca2+.
El paso a través de la membrana se realiza por los denominados
canales iónicos, que no son más que proteínas insertadas en la
membrana que, cuando se combinan con una determinada molécula, se
abren dejando el hueco exacto para que pasen los iones, lo que cambia
el potencial y, si se abren suficientes, se produce la activación de
la neurona, enviando una señal. Este tipo de canales iónicos se
denominan activados por ligando (CIAL). La lógica del trabajo que
nos ocupa es pues “quien controle los CIAL, controlará las
neuronas”.
Se han hecho intentos de controlar los CIAL con anterioridad,
básicamente exponiéndolos a agonistas, es decir, moléculas que se
“confunden” con el ligando exacto. Pero esto es muy dificultoso.
Primero tienes que conseguir que las moléculas, que son grandes,
atraviesen la barrera hematoencefálica y, si lo consigues, los
tiempos de respuesta son tan lentos que un estudio que pueda ser
considerado riguroso del comportamiento se hace imposible. Por si
esto fuera poco los ligandos, como la acetilcolina, son moléculas
multitarea, por lo que el agonista termina afectando a partes del
encéfalo distintas de las diana.
Sternson y sus colegas han resuelto este nudo gordiano al mejor
estilo alejandrino. Si los CIAL naturales no nos combienen, hagamos
unos artificiales que sí. Han modificado la parte de las proteínas
de los CIAL que se unen a los ligandos de tal manera que ahora sólo
aceptan un tipo de moléculas que no se encuentran en el encéfalo de
forma natural, por lo que sólo activan las neuronas que tienen los
CIAL modificados. Ya no hay efectos secundarios.
El equipo de investigadores se centró en los CIAL de acetilcolina
(CIAL-a) y tomaron como punto de partida un agonista de ésta, la
quinuclidinil benzamida, que es lo bastante lipofílica (hidrofóbica)
para entrar en el cerebro y poder unirse a los CIAL-a. Los
científicos construyeron entonces un catálogo de moléculas
análogas (en jerga, una biblioteca) y crearon tres nuevos CIAL
modificados que respondían a éstas moléculas (CIALM).
Este equipo de investigadores tiene como tema central de
investigación el hambre y su conexión con el cerebro, por lo que
los experimentos para demostrar que el sistema funciona se realizaron
con las poblaciones neuronales que activan esta función. Los
científicos consiguieron que sus CIALM llegasen a sitios específicos
de los encéfalos de los ratones por dos métodos distintos:
ingeniería genética o vectores víricos. La cuestión es que cuando
el hambre aparecía, los ratones experimentaban una respuesta de
hambre extrema y comían vorazmente. En el momento en el que
suministraban una de las moléculas de la biblioteca, éstas se unían
a los CIALM que activaban las neuronas que hacían que los ratones
dejasen de comer. El mantenimiento de los CIALM abiertos impide que
se produzca la señal de comer más.
Alguno ya estará pensando que esto es la pastilla milagrosa
contra la obesidad. Y podría serlo, como también es una puerta para
el control de otros muchos comportamientos [al estilo orwelliano]. La
dificultad realmente está en hacer llegar los CIALM a las neuronas
diana. Pero es una dificultad relativa.
Este conjunto de herramientas puede ser muy útil para la
investigación en animales transgénicos y el trabajo de estos
investigadores desde el punto de vista químico/neurocientífico es
espectacular. El título del trabajo hace honor a su contenido. Pero
hay una frase en el abstract que resume mis paranoias
orwellianas cuando veo avances como este: LGICs constructed for
neuronal perturbation could be used to selectively manipulate neuron
activity in mammalian brains in vivo. [Los
CIAL construidos para la perturbación neuronal podrían ser usados
para manipular selectivamente la actividad de las neuronas en
cerebros de mamíferos in vivo.]
Referencia:
Magnus, C., Lee, P., Atasoy, D., Su, H., Looger, L., & Sternson, S. (2011). Chemical and Genetic Engineering of Selective Ion Channel-Ligand Interactions Science, 333 (6047), 1292-1296 DOI: 10.1126/science.1206606
Buena entrada, tal y como prometiste…
ResponderEliminar¿Te he dicho ya que me encanta tu blog? ¿No? Pues me encanta tu blog :)
Un saludo!