El manuscrito llegó a mi nombre a la
oficina de correos. Cuando, ya en casa, lo abrí, en vez del libro
que esperaba encontrar aparecieron unas cuantas hojas fotocopiadas y
la carta. El remitente, que no revelaba su nombre, aseguraba que
aquellas páginas escritas en ático eran un tesoro. Tuve el impulso
de tirarlo todo a la basura pensando que era parte de una elaborada
broma, pero el espíritu científico prevaleció y decidí hacer una
comprobación. A través de un amigo contacté con un profesor de
griego clásico de una conocida universidad española que, de
momento, prefiere mantener el anonimato, y le envié por correo
electrónico los documentos escaneados.
No había pasado media hora cuando el
profesor me llamó presa de una gran excitación, farfullando cosas
ininteligibles de las que sólo pude entender “diálogo de Platón
desaparecido”. Cuando conseguí que se calmase me explicó que uno
de los diálogos más famosos e influyentes de Platón, el Timeo, que
trata sobre el origen del universo y de la física, realmente estaba
previsto que fuese una trilogía. La segunda parte era otro diálogo
llamado Critias, que se consideraba inacabado, y la tercera se
especulaba con que estuviese centrada en uno de los personajes del
Timeo, Hermócrates. Los documentos que yo le había enviado eran un
diálogo al estilo platónico donde la voz cantante la llevaba un
personaje llamado Termócrates, de ahí su excitación. Un análisis
del contenido y, habida cuenta de algunos cambios de estilo y
referencias, podríamos estar ante una copia romana datada en el
primer siglo antes de la era común de un original griego.
Una vez tranquilizados ambos pensamos
en qué hacer. No teníamos los documentos originales y, sin ellos,
no podíamos pensar en publicar nada a nivel científico. Tampoco
teníamos forma de contactar al inexistente remitente del paquete.
Así que, por su interés intrínseco, decidimos hacer una
traducción, en la que yo asesoraba en el aspecto científico, y
publicarla en Experientia docet, por si algún día aparecían los
documentos originales y se podía avanzar algo en la investigación.
Lo que sigue a continuación es esa
traducción. Hemos intentado ser fieles en lo posible al texto.
Algunos términos digamos “técnicos”, que hacen referencia a
dispositivos desconocidos para la historiografía griega, los he
adaptado a la terminología moderna, como, por ejemplo,
“refrigerador”. Se ha hecho una conversión de la unidades
citadas para favorecer la comprensión del lector moderno. También
hemos resaltado en negrita algunas de las conclusiones más
importantes.
El diálogo se desarrolla entre un
filósofo sin ocupación conocida, Termócrates, y dos ciudadanos
atenienses, Mochatónides y Faetón, que discuten sobre la naturaleza
del calor durante cinco jornadas. Termócrates adopta una actitud
socrática, preguntando y guiando para que sean sus discípulos por
sí mismos los que descubran la verdad. Hasta donde hemos podido
comprobar todas las ideas de Termócrates son físicamente correctas
y muy avanzadas para su presunto tiempo. Rogamos a los físicos que lean
el texto hasta el final antes de sacar sus espadas. Un ensayo sobre
el contenido físico del diálogo aparecerá próximamente,
presumiblemente en Amazings.es, en el que incluiremos una breve
bibliografía sobre esta presentación de la física térmica.
Termócrates
o La entropía
Jornada primera
Mochatónides: Hoy realmente hace
calor, venid y guarezcámonos debajo de esta parra hasta que
refresque.
Faetón: Bueno, lo de que hace calor te
lo parecerá a ti. Porque no hay forma de saber cuánto calor hace,
ni cuánto frío, todo depende de la persona que lo sienta.
Termócrates: Efectivamente, la
sensación de calor depende de distintos factores y varía con las
personas, pero el calor es una noción clara y distinta en física.
Mochatónides: Ilústranos, ¡oh,
maestro!
Termócrates: Sabéis que el universo
es matemáticas y todo filósofo que se precie describe el mundo en
términos de unas cantidades que varían. Por eso cada cosa que
podemos observar, y medir, la llamamos variable. Ambos sabéis cómo
se llama la variable que nos permite describir el estar más caliente
o más frío...
M: ¡La temperatura!
T: Correcto. Pero con una sola variable
no se puede hacer física. La física pide relaciones entre
variables. Por tanto necesitamos otra variable con la que poder
describir lo caliente y lo frío. Estoy seguro de que también
conocéis esta segunda variable. Es la que nos dice cuánto calor hay
en un cuerpo, en otras palabras, la cantidad de calor. Una botella de
agua caliente, por ejemplo, contiene calor, siempre y cuando el agua
esté caliente. Ahora necesitamos un nombre para esta variable que
veremos que se mueve de un sitio a otro.
F: Si está en las cosas y se puede
mover, llamemos entropía a la cantidad de calor.
T: Bien. Tenemos la temperatura, que
medimos en grados y, como dice Faetón, la entropía que mediremos en
carnots, otro nombre inventado. Ahora mirad este cántaro con agua de
la fuente que está a 18 grados y este otro que tiene la misma
cantidad de agua pero que está al sol y a 54 grados. ¿En qué
cántaro hay más entropía?
M: En este, el que está a más
temperatura.
T: Bien. Ahora vierto un poco de agua
de este otro. Tenemos ahora dos cántaros con agua a la misma
temperatura pero en uno hay más agua que en el otro, ¿dónde habrá
más entropía?
F: Está claro, en el que contenga más
agua.
T: Correcto. Pues esta pequeña
reflexión nos permite tener nuestras primeras reglas, a saber, la
primera es que cuanta mayor es la temperatura de un objeto, más
entropía contiene y la segunda es que cuanta más cantidad de
materia (a esto lo llamamos masa) tiene un objeto, más entropía
contiene. Pero esperad, hemos dicho que debemos describir el
mundo usando las matemáticas. Si en este cántaro hay 100 carnots y
vierto un cuarto en este otro, ¿cuánta entropía hay en éste?
M: Eso es fácil, Termócrates. 25
carnots.
F: Siempre se te dieron bien las
matemáticas complejas, Mochatónides.
T: Bien. Y, ¿dónde están las 75 que
faltan, Faetón?
F: En el otro cántaro.
T: Correcto. Tenemos dos variables
pues, una depende de la cantidad de materia y decimos que es
extensiva, que es la entropía, y la otra no depende de la cantidad
de materia, que es la temperatura y decimos que es intensiva.
M: ¡Qué interesante, Termócrates!
Pero sigamos la conversación mañana que ya ha anochecido y debo
atender a mi anciano padre.
T: Sea.
Jornada segunda
Termócrates: Bien hallados.
Continuemos con nuestra investigación que ahora comienza a ser
realmente interesante. Hay aquí un cántaro con agua caliente, que
meto en este otro cántaro mayor que contiene agua fría, ¿qué
pensáis que ocurrirá?
F: La temperatura del caliente bajará
y subirá en el grande.
T: Puedes explicarme qué pasa usando
la entropía.
F: No creo tenerlo claro, Termócrates.
M: Está claro, la entropía va del
cántaro interior al exterior.
F: Realmente eres bueno en el
pensamiento abstracto, Mochatónides.
T: Os atrevéis a formular una regla.
F: Vas muy rápido, Termócrates.
M: Yo, sí: la entropía va de lo
caliente a lo frío.
T: Correcto. Si lo queremos decir más
formalmente sería que la entropía fluye por sí misma de los
lugares a mayor temperatura a los lugares a menor temperatura. Cuando
esto ocurre el cuerpo más caliente se enfría y el frío se
calienta. En otras palabras, la diferencia de temperatura disminuye.
Cuando las temperaturas se han igualado completamente, el flujo de
entropía se para. A este estado le pondremos un nombre, ¿cuál
sugieres Faetón?
F: Bueno es un
estado de equilibrio y, en honor tuyo Termócrates, lo llamaremos
equilibrio termocrático.
M: Muy largo me
parece, ¿por qué no equilibrio térmico?
F: Está bien,
sea. Pero dejémoslo por hoy que me duele la cabeza.
T: De
acuerdo, continuemos mañana, pero recordad que hoy hemos aprendido
que una diferencia de temperatura provoca un flujo de
entropía.
Jornada tercera
Termócrates: Espero que estés mejor
hoy, Faetón. Recordaréis que decíamos ayer que la entropía va por
sí misma de lo caliente a lo frío. Baja la pendiente de temperatura
por su propia iniciativa. Sin embargo, pasa algunas veces que
nosotros los humanos queremos que la entropía vaya cuesta arriba.
¿Qué podemos hacer?
F: No sé de qué hablas, Termócrates.
Me siento confuso.
M: Tampoco yo sé a qué te refieres,
Termócrates.
T: Sabéis, porque lo discutimos al
hablar del aire, que el aire fluye de los lugares de mayor presión a
los de menor presión. Sale de una vejiga inflada pero no entra en
ella. ¿Qué hemos de hacer para hacer que el aire entre en la
vejiga, para inflarla?
F: Soplar.
T: Correcto. Esa fuerza que nosotros
hacemos al soplar hace que el aire se mueva en contra de su tendencia
natural. El filósofo Palaciósides llama a los dispositivos que
solucionan problemas, bombas. Usando este término podemos decir que
la bomba infla la vejiga haciendo que el aire vaya de un sitio de
menor presión a otro de mayor presión. Si queremos que la entropía
vaya de lo frío a lo caliente, en contra de su tendencia natural,
tenemos que forzarla también. Y aunque no sepáis cómo hacerlo
podéis decirme qué nombre le pondríamos a este dispositivo.
F: Una bomba de entropía.
T: Hoy estás rápido, Faetón. Me
gusta el término. Pero imagino un día en el que en cada casa habrá
una de estas bombas de entropía, pero que los sofistas en su
confusión las llamarán bombas de calor, y la gente común
refrigeradores o incluso neveras, porque se formará nieve en su
interior. Y las usarán para llevar la entropía de los alimentos al
exterior de cámaras para así tenerlos frescos. Pero bueno, esto son
imaginaciones mías. Ya desbarro, dejémoslo por hoy.
Jornada cuarta
Termócrates: Mirad, un ladrillo que he
recogido por el camino. Y yo me pregunto, ¿cuánta entropía
contiene el ladrillo? ?Cuánta entropía puedo sacar de él?
M: Termócrates, apiádate de nosotros.
Es muy temprano.
T: ¿Os habéis dado cuenta de que os
he hecho dos preguntas?
F: ¿Cómo que dos? Has hecho una.
T: No, dos. Primero cuanta entropía
contiene y, segundo, cuánta puedo sacar de él.
F: Pero eso es como preguntar lo mismo,
¿no? Cuando tengo una medida de cerveza en una jarra, puedo sacar
una medida.
T: Lo que está muy bien para la
cerveza, pero tú y yo, Faetón, conocemos situaciones en las que se
puede sacar más de lo que hay.
F: ¡Oh, sí! Mi cuenta con
Aberrónidas. Deposité con él la herencia de mi madre y ahora le
debo 15 dracmas.
T: Entonces, ¿qué pasa ahora con tu
cuenta?
F: Ese usurero de Aberrónidas me ha
permitido que me endeude sin avisarme.
T: Es decir, que tienes una deuda de 15
dracmas o, lo que lo mismo, tus posesiones son menos 15 dracmas.
Estoy convencido de que existen fenómenos físicos en los que ocurre
algo parecido, como esos experimentos frotando ámbar, pero
centrémonos en la entropía. ¿Qué pasará con ella? A diferencia
de otros que no consideran mancharse las manos, yo soy partidario de
hacer experimentos o, al menos, de fijarme en los experimentos que
hacen otros. Puedo aseguraros que, independientemente del esfuerzo
que hagáis y de lo grande que sea la bomba de calor que uséis
llegaréis a una temperatura que no podréis superar y esa
temperatura es -273 grados. ¿Cómo explicaríais la existencia de
este límite?
M: La temperatura no puede bajar más
porque ya no hay nada más que bombear. No queda entropía en el
ladrillo.
T: Y esto es cierto para cualquier
cuerpo. Por tanto tenemos otra regla: la temperatura más baja que
un cuerpo puede tener es -273 grados y a esta temperatura el cuerpo
no contiene nada de entropía. De paso hemos resuelto nuestra
segunda pregunta: no existe entropía negativa. No podemos sacar más
entropía de la que hay dentro. Y daos cuenta también de que yo
puedo definir una nueva escala de temperaturas, haciendo que el cero
de la escala sea nuestro -273, de forma que esta escala de
temperatura, ¿cómo la llamarías, Faetón?
F: Escala irreductible.
M: Mejor, ¡absoluta!
T: Bien, llamémosla absoluta. Tenemos
pues la escala absoluta de temperaturas. Dejémoslo por hoy, empieza
a refrescar.
Jornada quinta
Mochatónides: ¡Qué frío!
Termócrates, tu casa está helada.
T: Bueno, ya sabes lo que significa
calentar la habitación.
M: Sí, tenemos que aumentar su
contenido de entropía.
T: Correcto. ¿Y cómo podemos hacerlo?
F: Yo no sé vosotros, pero yo voy a
encender un buen fuego.
T: ¿Y qué ocurrirá cuando lo
enciendas, Faetón?
F: Pues no sé qué quieres decir.
Habrá una llama, supongo.
M: ¡La entropía vendrá de la llama!
T: Y, ¿cómo se introdujo en la llama?
M: No se introdujo, se origina en ella.
Se produce en la llama.
T: Has captado la esencia de la
entropía de forma excelente, Mochatónides. La entropía puede
crearse durante la combustión.
F: Cuando estuve en Egipto vi cómo los
sacerdotes practicaban un arte en el que la mezcla de sustancias
generaba calor y, por tanto, entropía.
T: Muy bien, entonces, ¿cómo podemos
generalizar esta idea?
F: Pues si consideramos que la
combustión también forma parte del arte egipcio, podemos decir que
la entropía puede crearse por los procesos de la khemeia. Pero esto
suena raro, así que propongo decir que la entropía puede crearse
por reacciones químicas. No sé, se me acaba de ocurrir la
expresión.
M: ¡Por Atenea, que hoy estás
creativo, Faetón!
T: Me parece bien, pero ¿qué estás
haciendo con las manos, Mochatónides?
M: Las froto para entrar en calor.
T: Por tanto...
M: La entropía puede crearse por
fricción mecánica.
F: Está comprobado que el frío nos
agudiza el ingenio.
T: Hemos querido calentar algo y lo
hemos logrado. Pero, mi té contiene demasiada entropía para mi
gusto, está muy caliente. ¿Cómo puedo enfriar mi taza de té?
F: Pues esperas.
T: Correcto. ¿Y qué pasa entonces con
la entropía?
F: Sale de él, que está caliente, y
se va a la habitación, que sigue estando fría.
T: Pero la habitación no parece que se
caliente por ello.
M: Sí se calienta.
T: Pero yo no lo percibo...
M: Eso es porque la habitación es muy
grande comparada con la taza de té. Aún recuerdo lo que nos
contaste el primer día que hablamos de este tema.
T: Me acabáis de decir que la entropía
puede producirse. La entropía aparece sin que haya que quitarla de
otra parte. ¿Existe algún método por el que yo la pueda destruir?
F: ¡Buf! Ni idea...
M: No sé, déjame pensar...
F: Yo diría que no.
M: Claramente, no.
T: ¿Por qué no?
M: Pues porque no. Por que as así. La
entropía no puede destruirse.
T: Acabáis de descubrir lo que los
filósofos llaman una de las leyes fundamentales del universo: la
entropía puede crearse pero no destruirse.
F: Pues vaya tontería. No parece muy
impresionante.
T: Lo es, lo es. A poco que
reflexionéis un poco lo veréis. Os diré que muchos filósofos y
sofistas han intentado demostrar su falsedad sin éxito. Y si se han
esforzado tanto es por las consecuencias que para el universo tiene
una regla como esta.
M: ¡Por todos los dioses! Si esta
regla es cierta la entropía en el universo sólo puede aumentar.
T: Y más cosas...
F: A mi se me ocurre que entonces el
tiempo no puede ir hacia atrás, pero me parece una estupidez.
T: Es cierto, Faetón. Si en un proceso
se crea entropía, ese proceso no puede ir para atrás, ya que ello
significaría que la entropía se está aniquilando, lo que está
prohibido según nuestra regla. Por tanto, los procesos en los que
se produce entropía son irreversibles.
M: Se me ocurre que habría que definir
lo que es proceso, cuáles son sus límites, qué cosas se consideran
parte del proceso y cuáles no...
F: Y también cómo se transporta la
entropía, calcular cuánta entropía puede mover una bomba...
M: Y lo que pasa en los cambios de
hielo a agua y de agua a vapor...
F: Y qué materiales pueden contener
más entropía que otros...
T: Bien, bien. Veo que ya estáis
equipados para investigar por vosotros mismos. Mi misión mayéutica
está cumplida.