Pongo abelii |
En las especies del género Homo,
particularmente sapiens,
las innovaciones culturales se
transmiten de generación en generación culturalmente, a través del
aprendizaje social. Para muchos investigadores la existencia de la
cultura en los Homo es
la adaptación clave que los diferencia del resto de animales. Si
bien la cultura, como todo lo humano, tiene profundas raíces
evolutivas, aún se discute si realmente la cultura es algo
verdaderamente único de Homo.
Un estudio [1] publicado en Current Biology
realizado por un equipo de investigadores encabezado por Michael
Krützen, de la Universidad de Zürich, afirma confirmar la
transmisión cultural de comportamiento en poblaciones de orangutanes
(especies del género Pongo).
Veremos que, en sentido antropológico estricto, los autores no lo
demuestran.
Hace unos diez años los biólogos que estaban observando grandes
simios en estado salvaje empezaron a informar de la variación
geográfica en pautas de comportamiento que, se suponía, sólo
podrían haber aparecido mediante una transmisión cultural de las
innovaciones. Estos artículos generaron un intenso debate entre los
científicos que todavía continúa. Hoy día la gran discusión se
polariza entre los que creen que las diferencias en comportamiento se
deben a la existencia de cultura y los que creen que son una
combinación de factores genéticos y ambientales. Veremos al final
que esta dicotomía, que es el punto de partida de Krützen et
al., es falsa o, al menos, no estricta.
Los investigadores estudiaron la variación geográfica de las
pautas de comportamiento de nueve poblaciones de orangutanes,
incluyendo las especies Pongo abelii de Sumatra y P.p.
morio, P.p. pygmaeus y P.p. wurmbii de Borneo. Para
ello los científicos recopilaron una ingente cantidad de datos:
analizaron más de 100.000 horas de datos conductuales, crearon
perfiles genéticos de más de 150 especímenes de orangutanes
salvajes y midieron las diferencias ecológicas entre poblaciones
usando imágenes por satélite y técnicas de detección remota
avanzadas.
Con esta base de datos los investigadores pudieron valorar la
influencia de los factores genéticos y ambientales en los patrones
de comportamiento de las poblaciones de orangutanes. Encontraron que
las variaciones ambientales eran las que más influencia tenían
(como es lógico, pensemos en esquimales y bosquimanos) seguidas de
las genéticas. Pero había una serie de comportamientos que no
podían explicarse ni por factores genéticos ni ambientales lo que,
concluyen los autores, “corrobora la interpretación cultural”.
Pero, ¿realmente esto es así? Lo que prueban Krützen et al. en realidad es que la capacidad para aprender cosas socialmente y
transmitirlas de generación en generación no ocurre solo en Homo
sino también en Pongo. Ahora, afirmar que esto es cultura en
el sentido antropológico del término se trata de una falacia lógica
llamada afirmación del consecuente, es decir, de unas premisas
ciertas se extrae una conclusión falsa.
Para intentar ilustrar dónde está el error basta fijarse en la
diferencia entre la forma en que aprende un niño
(simbólico-imitativa) y la que explica (corroborado
experimentalmente con estudios comparativos) hasta ahora el
aprendizaje en simios no Homo
(emulativa) ya que, para poder afirmar que existe cultura en los
orangutanes, los investigadores habrían tenido que demostrar que
existe una cognición simbólica en éstos, cosa que no hacen.
Los niños no sólo aprenden de otras
personas sobre las cosas, también las aprenden “a través de
ellas”, en el sentido de que deben conocer algo de la perspectiva
del adulto sobre la situación para aprender el uso activo del acto
intencional que se le está enseñando. La característica del
aprendizaje cultural es que ocurre sólo, en palabras de Michael
Tomasello [2], “cuando un individuo comprende a los otros como
agentes intencionales, como su propio yo, que tienen una perspectiva
sobre el mundo que puede seguirse, dirigirse y compartirse”. Por
tanto, se requiere un tipo específico de socialización ligada a la
cognición simbólica (en la que intervienen el uso de herramientas y
el lenguaje), la verdadera naturaleza de la cultura: “la imposición de una forma arbitraria sobre el entorno” [3].
Esta entrada es una participación de Experientia docet en la VI Edición del Carnaval de Biología que organiza Diario de un copépodo.
Referencias:
[1] Michael Krützen, Erik P. Willems, & Carel P. van Schaik (2011). Culture and Geographic Variation in Orangutan Behavior Current Biology : 10.1016/j.cub.2011.09.017
[2] Tomasello, M. (1999). The Human Adaptation for Culture Annual Review of Anthropology, 28 (1), 509-529 DOI: 10.1146/annurev.anthro.28.1.509
[3] Holloway, Jr., R. (1992). Culture: A Human Domain Current Anthropology, 33 (s1) DOI: 10.1086/204018
[2] Tomasello, M. (1999). The Human Adaptation for Culture Annual Review of Anthropology, 28 (1), 509-529 DOI: 10.1146/annurev.anthro.28.1.509
[3] Holloway, Jr., R. (1992). Culture: A Human Domain Current Anthropology, 33 (s1) DOI: 10.1086/204018
1 comentario:
Este es un tema largo y complejo que resumen bastante bien Frans de Waal en su libro "El simio y el aprendiz de sushi". Personalmente no estoy de acuerdo con las conclusiones del post, este tipo de conductas culturales no han sido solo observadas en la especie Pongo, sino también en chimpancés, bonobos o macacos. Hay una gran cantidad de literatura científica en este sentido. Respecto a lo que consideramos cultura o no es un debate muy amplio que habitualmente trata de diferenciarnos del resto de animales, por eso la variación de su definición para que vaya adaptándose a conductas únicamente humanas. La transmisión social, si tal y como defiende Tomasello debe implicar la comprensión de la intención, motivación y metas de otros los estudios ya han mostrado que los chimpancés poseen esta capacidad. El propio Tomasello lo hace. http://email.eva.mpg.de/~tomas/pdf/TICS30.pdf
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