En la familia Curie ya había una
tradición de educar en casa a los hijos para escapar de la ortodoxia
académica, que constreñía sus capacidades, y de la influencia
clerical católica. El padre de Pierre Curie, Eugène Curie, médico
protestante, educó a éste y a su hermano Jacques en casa con la
ayuda de un amigo, el señor Bazille, que fue quien despertó el amor
a la ciencia y a las matemáticas en ambos hermanos. Por eso, tras la
muerte de Pierre en 1906 y ante el hecho de que Irène, su hija y la
de Marie Curie, demostraba unas capacidades sobresalientes en
ciencias y matemáticas, abuelo y madre deciden crear “la
cooperativa”, un grupo de notables científicos (además de la
propia Marie, personajes como Paul Langevin o Jean Perrin) que se
turnan para educar a los hijos de todos ellos. El proyecto lo
alimenta el espíritu revolucionario (participó en la revolución de
1848 contra la monarquía) del abuelo Curie, y termina con la muerte
de éste en 1910. Pero la semilla ya estaba plantada.
Irène Joliot-Curie |
Irène terminó el bachillerato en un
liceo normal del centro de París y se matricula en la Sorbona para
estudiar ciencias. La primera guerra mundial interrumpe sus estudios
y se une a su madre como enfermera radióloga en los hospitales de
campaña del frente. Sólo conseguiría su doctorado en 1925,
dirigida por Paul Langevin. Ese mismo año un joven ingeniero
químico, tres años menor que ella, es contratado como asistente de
Marie en el Instituto del Radio, donde ya trabajaba Irène. Jean
Frédéric Joliot había recibido una educación liberal y compartía
con Irène unos principios y compromisos políticos muy arraigados.
El que sería héroe de la resistencia francesa, fabricante de
cócteles Molotov durante las revueltas de París de 1944, contra
todo pronóstico, se enamoró de la hija de su jefa. Contra todo
pronóstico porque él fue descrito como un “Maurice Chevalier” y
ella como “un trozo de hielo”. Con todo, la pareja se casa en
1926 y decide unir sus apellidos como nombre de la familia, por lo
que ambos pasan a ser Joliot-Curie, pero seguirán firmando
profesionalmente con sus apellidos de solteros.
Frédéric Joliot-Curie |
Ante la insistencia de Paul Langevin,
que ya detectó su talento siendo alumno, así como, sobre todo, de
Marie, Frédéric estudia otra licenciatura en ciencias y se doctora
mientras colabora en el Instituto del Radio. Su trabajo se mantiene
separado del de Irène hasta que deciden investigar juntos un nuevo
fenómeno: Walther Bothe y sus colaboradores afirmaban haber
observado que, cuando elementos ligeros eran bombardeados con
partículas alfa (núcleos de helio, He2+), se producía
una radiación diez veces más potente de lo esperado.
Para investigar esta radiación de
Bothe, los Joliot-Curie hicieron uso de una potente fuente de
partículas alfa usando el polonio acumulado por Marie Curie y de un
dispositivo relativamente nuevo: una cámara de niebla. La cámara de
niebla permite observar la trayectoria de las partículas cargadas:
cuando una partícula con carga eléctrica atraviesa vapor de agua
sobresaturado (“niebla”) el agua se condensa en su estela.
Dado que la radiación de Bothe no
dejaba estela en la cámara de niebla y era capaz de atravesar todo
lo que le habían puesto por delante, incluidas varias capas de
plomo, los Joliot-Curie asumieron erróneamente que estaban frente a
radiación gamma de alta energía (ondas electromagnéticas,
fotones). Así, publicaron en 1932 que esta “radiación gamma”
arrancaba protones de la parafina. Ernest Rutherford afirmó nada más
leer el artículo, “No me lo creo”. Y es que había
inconsistencias graves en la lógica de los esposos, pero no así en
sus datos experimentales, extremadamente precisos. De esta forma
dejaron pasar un gran descubrimiento.
El problema es sencillo de entender.
Imagina que tienes bolas de billar y bolas de jugar a los bolos. Los
fotones gamma son bolas de billar y son capaces de alterar las
trayectorias de otras bolas de billar, como los electrones. Pero los
Joliot-Curie estaban afirmando que una bola de billar era capaz no
sólo de poner en movimiento a una bola de jugar a los bolos de las
pesadas, esto es, un protón que tiene 2000 veces la masa de un
electrón, sino de apartarla de su camino.
James Chadwick |
James Chadwick, que trabajaba en
Inglaterra, veía esta inconsistencia. Su trabajo experimental
demostraba que la radiación de Bothe tenía una dirección
preferente, es decir, si las partículas alfa inciden de izquierda a
derecha, la mayor parte de la radiación de Bothe va de izquierda a
derecha. Si la radiación de Bothe fuese electromagnética se
emitiría en todas direcciones, por lo tanto tenía que ser una
partícula. Como la radiación no dejaba estela en la cámara de
niebla, se deducía de aquí que era una partícula sin carga.
Chadwick estaba convencido de que estaba observando el “protón
neutro”, más conocido como neutrón. Pero antes de publicar nada
tenía que ser capaz de medir alguna de sus propiedades,
fundamentalmente su masa. Su suerte fue haber trabajado con Ernest
Rutherford, que poseía una capacidad sin igual para ver la esencia
de un problema experimental: “¿Me preguntas que cómo puedes
detectar al hombre invisible en un Picadilly Circus lleno de gente?
Muy fácil, por la gente con la que choca, por las reacciones de las
personas a las que empuja”. Chadwick usó la radiación de Bothe
para golpear átomos de nitrógeno, helio e hidrógeno y observó sus
reacciones. Comparando la magnitud de sus “rebotes” pudo
determinar que la masa de la partícula de la radiación de Bothe era
muy parecida a la del protón. Chadwick declaró descubierto el
neutrón en el mismo 1932.
Los Joliot-Curie se recuperaron pronto
del golpe que supuso su error de cálculo. Habían continuado
experimentando con el bombardeo con neutrones (que ellos seguían
llamando radiación de Bothe) y descubierto que elementos ligeros
como el boro y el aluminio seguían emitiendo radiación después de
que cesara el bombardeo. Sus átomos diana habían absorbido la
“radiación” (neutrones) y se habían convertido en elementos
radioactivos artificialmente.
Cuando poco después estallase la II
Guerra Mundial y viendo el potencial bélico de sus estudios, los
Joliot-Curie, que habían dejado de publicar poco después del
ascenso de Hitler al poder, confiaron sus documentos científicos a
Hans von Halman y Lew Kowarski para que los llevasen a Inglaterra en
1940, mientras ellos se quedaban luchando en Francia. Una vez a salvo
en Inglaterra, James Chadwick los calificó de secretos poco antes
de unirse al proyecto Manhattan.
En 1935 James Chadwick recibió el
premio Nobel de física por su descubrimiento del neutrón y los
Joliot-Curie el de química por su descubrimiento de la
radioactividad artificial.
Marie Curie, orgullosa, dijo “Hemos
vuelto a los años gloriosos del viejo laboratorio” y habló con su
editor para lanzar una nueva edición de su libro sobre la
radiactividad para poder incluir el descubrimiento de su hija. El
libro apareció póstumamente.
Esta entrada es una participación de Experientia docet en la VIII Edición del Carnaval de Química que organiza Caja de Ciencia
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEsta serie, "Químicos Modernos", no sé, como que se leería mejor en formato libro... ;) Una idea.
ResponderEliminarGran artículo, César. Un justo homenaje a Irène y Frédérick, siempre eclipsados por sus padres y suegos.
Saludos