Cuando se habla de mejorar nuestro rendimiento intelectual
habitualmente de lo que se discute es de realizar determinados
ejercicios mentales o jugar a algunos videojuegos concretos, cuando
no de llevar tal o cual dieta o tomar suplementos alimenticios,
cuando no fármacos (a este respecto véase Como mejorar elrendimiento intelectual de verdad
). Pero imagínate que todo lo anterior fuese secundario, que hubiese
un dispositivo que pudieses conectar a tu móvil, iPad o PC y que,
efectivamente, mejorase tu capacidad de aprendizaje sin efectos
perniciosos evidentes. Ese dispositivo existe, el que se comercialice
es una cuestión de tiempo y consideraciones éticas.
Las investigaciones llevadas a cabo recientemente con distintos
tipos de estimulación encefálica para el tratamiento de pacientes
con patologías neurológicas ha puesto de manifiesto que un tipo de
estimulación cerebral en concreto, llamada estimulación
transcraneal por corriente directa (ETCD), puede usarse para mejorar
las capacidades lingüísticas y matemáticas, la memoria, la
capacidad de resolución de problemas, la atención e, incluso, el
movimiento.
El punto clave es que la ETCD no solamente ayuda a recuperar las
capacidades perdidas. La ETCD puede usarse para mejorar las
capacidades mentales de personas sanas. De hecho, la mayor parte de
las investigaciones se han hecho con adultos sanos.
La ETCD usa unos electrodos que se colocan en el exterior de la
cabeza para pasar pequeñas corrientes a través del encéfalo
durante unos 20 minutos. Las corrientes, de entre 1 y 2 mA
(miliamperios), facilitan la activación de las neuronas de estas
regiones encefálicas. Aunque el mecanismo no está elucidado del
todo, se cree que la estimulación mejora la creación y el
mantenimineto de las conexiones implicadas en el aprendizaje y la
memoria. La técnica es indolora, todo de momento indica que es
segura y que sus efectos se mantienen en el largo plazo.
En caso de comercializarse en un futuro sería un simple
dispositivo que te colocarías en la cabeza poco más o menos como
ahora te pones los auriculares para escuchar música, y que
conectarías a tu ordenador, iPad o similar, cuando te pusieras a
estudiar, a practicar con la guitarra o a aprender malabares.
El diseño básico de un dispositivo para ETCD es muy sencillo, de
hecho se conoce desde hace más de dos siglos. Ya en el siglo XVIII
se realizaron algunos experimentos rudimentarios usando esta técnica
para estudiar la electricidad en animales (humanos incluidos) por
parte de Luigi Galvani y Alessandro Volta. Estos resultados llevaron
a la primera aplicación clínica en 1804 por parte de Giovanni
Aldini (sobrino de Galvani), en la que la técnica mejoraba el estado
de ánimo de pacientes melancólicos. Desafortunadamente este
descubrimiento no recibió mucha atención y no se continuó la
investigación, favoreciendo tratamientos más enérgicos, como los
que derivaron en el electroshock.
En los años 60 del siglo XX hubo un breve resurgimiento del
interés en la ETCD cuando se comprobó que la estimulación podía
afectar al funcionamiento del cerebro cambiando la excitabilidad
cortical. También se descubrió que la estimulación positiva y
negativa tenía diferentes efectos en dicha excitabilidad cortical.
Sin embargo, los efectos más inmediatos y espectaculares de las
drogas así como su simplicidad de uso hicieron que se abandonase de
nuevo la investigación.
No ha sido hasta hace unos 7 años que la ETCD se ha redescubierto
por tercera vez. Esta vez el hallazgo vino por el incremento en el
interés por comprender el funcionamiento del cerebro y como
estimularlo (concretamente la estimulación magnética transcraneal)
y la disponibilidad de nuevas técnicas de imagen como la resonancia
magnética funcional (fMRI).
El número creciente de resultados positivos en los estudios de
primera fase ha llevado a un grupo de investigadores, encabezado por
Roi Cohen Kadosh, de la Universidad de Oxford (Reino Unido), a
plantearse las cuestiones éticas que suscitaría el uso generalizado
de la ETCD. Sus reflexiones aparecen en Current Biology
El artículo incluye consideraciones generales sobre si, de estar
disponible (como parece que estará), debería emplearse un sistema
de mejora de las capacidades cognitivas, si sería ético. El texto
es de acceso libre y está disponible en la referencia al final de
esta entrada, por lo que no vamos a entrar en ese detalle. En vez de
ello vamos a fijarnos en algunos aspectos de esta tecnología que
creemos conviene resaltar y que quizá sean los que merezca la pena
discutir. Desde ya advertimos de que aún no se conocen los
efectos secundarios en general, ni sus consecuencias de uso en el
cerebro de niños.
La ETCD permite a la persona obtener mayor rendimiento del
esfuerzo que pone en una actividad cognitiva. Es decir, no hace
milagros, tendrás que seguir estudiando o practicando pero la
recompensa a tu esfuerzo será mayor.
Es un primer paso en la maximización del potencial humano, pero
no iguala a las personas, al contrario. Lo podrán usar niños,
ancianos, adolescentes o adultos, pero a cada uno según su
capacidad. Probablemente las personas más inteligentes o más
trabajadoras obtengan mayores beneficios que otros. Esto está aún
por determinar. Lo que está claro es que se abrirá una brecha entre
los que tengan acceso a la tecnología y los que no, aunque la
tecnología es muy simple y barata (de hecho habrá que tener cuidado
con los que intenten fabricársela ellos mismos: no
lo hagas en casa).
En principio, y a diferencia de los fármacos, no hay límites
al uso de la ETCD, por lo que puede pensarse que no es algo tan
serio como tomar pastillas, aunque su efectos sean igual de fuertes.
Esta falta de capacidad de limitación externa, como la que tienen
los psicotropos por ejemplo, puede convertir la ETCD en un riesgo
para la salud.
En conclusión, estamos ante lo que puede ser la próxima
revolución cognitiva. En estos momentos se necesita más
investigación para entender mejor los riesgos y beneficios en
poblaciones específicas (niños, ancianos, enfermos, etc.) y en la
vida real, ya que los estudios hechos hasta ahora son relativamente
pocos, a pequeña escala y en laboratorios, pero ello no le resta un
ápice de emoción.
Referencia:
Roi Cohen Kadosh, Neil Levy, Jacinta O’Shea, Nicholas Shea, & Julian Savulescu (2012). The neuroethics of non-invasive brain stimulation Current Biology, 22 (4) PDF