Yogur de “frutas del bosque”, refresco de “naranja”,
champú de “limón”, limpiador de “pino”, hidratante de
“aguacate”. El diseño de aromas, los sabores de la comida y la
bebida envasada y los olores de los productos de limpieza, cosmética
y demás, es un negocio multimillonario. Las grandes compañías
internacionales de aromas invierten millones de euros todos los años
en investigación y desarrollo, incluyendo una gran cantidad de
ensayos con paneles de consumidores.
Pero sacar algo en claro de los resultados de los paneles es muy
difícil. Las preferencias de los sujetos pueden variar tanto que no
aparece ningún patrón evidente. La salida obvia a esta dificultad
sería recoger suficientes datos acerca de cada sujeto como para
poder filtrar después las inconsistencias. El problema está
precisamente en recoger esos datos de forma fiable. Después de oler
40 muestras ni tú sabes qué te gusta o te deja de gustar. Así, los
ejecutivos de las empresas se ven tomando decisiones en base a un
conjunto de datos pequeño y poco fiable.
Una solución a este problema es usar las matemáticas, en
concreto modelos matemáticos que compiten entre sí para ajustarse a
los datos disponibles y que después pueden combinarse para producir
modelos aún más precisos. Puede que te suene al funcionamiento de
la evolución de los seres vivos y es que hablamos de programación genética.
Un equipo de investigadores encabezado por Kalyan Veeramachaneni,
del MIT (EE.UU.), ha abordado el reto de analizar los resultados de
un panel de la empresa suiza Givaudan. Los 69 sujetos evaluaron 36
combinaciones diferentes de 7 sabores básicos a los que asignaban
una puntuación en función de su atractivo olfativo. Los resultados
aparecen publicados en Genetic Programming and Evolvable Machines.
Los investigadores generaron al azar para cada sujeto un conjunto
de ecuaciones matemáticas que predecía las puntuaciones en función
de 7 variables, los sabores. Cada conjunto se evaluó en función de
2 criterios: precisión y simplicidad. Un conjunto que, por ejemplo,
predice las preferencias de un sujeto con bastante precisión usando
una sola variable (la concentración de mantequilla, por caso) sería
mucho más útil que otro que fuese ligeramente más preciso pero que
requiriese una manipulación matemática compleja por incluir las 7
variables.
El proceso es iterativo: una vez que todos los conjuntos de
ecuaciones han sido evaluados, los peores son eliminados; y a los
supervivientes se les combina al azar para crear una nueva generación
de ecuaciones, que vuelve a ser evaluada. Todo el proceso se repite
unas 30 veces, hasta que converge en un conjunto de ecuaciones que se
ajustan bien a las preferencias de un solo sujeto.
Una vez que las preferencias de cada persona tienen una expresión
matemática fiable, es sencillo encontrar pautas. De esta manera los
sujetos pueden clasificarse en grupos en función de gustos que
tienen una expresión en lógica matemática pero que son
difícilmente detectables de otra manera dentro del enjambre de
datos. Por ejemplo, hay un grupo de sujetos que muestran una gran
predilección por la canela o la nuez moscada, pero no por ambos
sabores combinados. Tendría sentido, pues, que la empresa pusiese en
el mercado dos productos, uno para los amantes de la canela y otro
para los de la nuez moscada, pero cometería un grave error si
comercializase uno sabor a canela con toques de nuez moscada como
sugeriría un análisis tradicional. Este resultado puede parecer
pobre, pero si tenemos en cuenta que para cada una de las 36
combinaciones alguien le dio la nota máxima y otro la mínima, el
resultado es espectacular.
Como los investigadores no tenían la posibilidad de comprobar con
los miembros del panel la validez de sus modelos en nuevos sabores,
tuvieron que idear una forma de hacerlo. Con lo que habían aprendido
diseñaron un conjunto de ecuaciones que representaba el conjunto de
preferencias “reales” de varios sujetos ficticios. Introduciendo
entonces las condiciones de contorno que implican los diseños de las
pruebas de los paneles de consumidores, demostraron que sus
algoritmos podían predecir los resultados.
Paradójicamente, lo más interesante para las empresas puede que
sea el método de validación de los resultados más que los propios
algoritmos: los diseños de las pruebas serían manifiestamente
mejorables, por una parte y, por otra, una vez “modelado” un
sujeto lo puedes incorporar a una base de datos que, debidamente
mantenida y actualizada, te permitiría extrapolar resultados con
mucha mayor fiabilidad.
Esta entrada es una participación de Experientia docet en la VI Edición del Carnaval de la Tecnología que acoge Scientia y en la Edición 2.X del Carnaval de Matemáticas que organiza Resistencia Numantina.
Esta entrada es una participación de Experientia docet en la VI Edición del Carnaval de la Tecnología que acoge Scientia y en la Edición 2.X del Carnaval de Matemáticas que organiza Resistencia Numantina.
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