El pH es un índice omnipresente: desde la publicidad cosmética
hasta el estado de la piscina. Es una escala sencilla, y cualquiera
puede determinar el valor de una muestra fácilmente en caso de
necesidad. Incluso el concepto no es demasiado complicado, bastan las
matemáticas y la química de secundaria para tener una idea bastante
precisa.
Pero lo que está bien para un ciudadano medio puede no estarlo
para un científico. Recientemente en los comentarios a una, por otra
parte estupenda, entrada de Ed Yong en Not Exactly
Rocket Science, sobre organismos extremófilos en entornos de acidez
extrema, Rosie Redfield, la microbióloga que desmontó, en su blog
primero y con una exhaustiva investigación experimental después, lo
de la bacteria que incorporaba arsénico a su ADN, muestra lo
limitado de su conocimiento de algo tan crítico para su trabajo como
el concepto de pH. Redfield pone en duda la existencia de pH
negativos.
Increíble, pero cierto.
Hechos como este hacen que uno se cuestione sobre el nivel de
formación química elemental de algunos graduados universitarios.
Como, a fin de cuentas, es algo que no podemos remediar en su
conjunto, vamos a intentar explicar el concepto de pH que debería
conocer, no ya un científico, sino un ciudadano informado. Para ello
haremos un repaso más o menos formal sobre el concepto habitualmente
admitido, luego nos iremos al fútbol y finalmente veremos como nos
queda la definición de pH.
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