El 15 de
abril de 2010 volvía a casa después de asistir a una demostración
de un nuevo equipo industrial en una ciudad del centro de Suecia.
Cuando llegamos mi compañero y yo al aeropuerto de Estocolmo nos
encontramos con el caos. Al parecer un volcán en Islandia, el
Eyjafjallajökull, había entrado en erupción y las cenizas que
arrojaba a a la atmósfera obligaban a cerrar el espacio aéreo por
tiempo indefinido. Nuestro vuelo a Madrid aún no estaba cancelado
aunque sí muchos otros. Yo, siguiendo un instinto de supervivencia peculiar, entré en la bien surtida librería a comprarme un par de
libros.
Nuestro vuelo fue el último en
despegar de Estocolmo antes del cierre del espacio aéreo sueco y
nuestro piloto nos llevó a España dando un rodeo por Polonia. En
ese tiempo comencé a leer uno de los libros que más me ha hecho
pensar en los dos últimos años: The Black Swan, The Impact of
the Highly Improbable, de Nassim Nicholas Taleb.
Un cisne negro, citando a Taleb, es un
acontecimiento que reúne tres características. Primero, es
completamente inesperado, ya que nada en el pasado puede apuntar de
forma convincente a esa posibilidad. Segundo, tiene un impacto
enorme. Tercero, a pesar de ser inesperado, nuestra capacidad humana
para la racionalización a posteriori hace que lo veamos como
algo explicable y predecible.
Los cisnes negros son el tipo de
acontecimientos que marcan las revoluciones científico-técnicas; pensemos en el descubrimiento de los rayos X o en la penicilina o, y
perdonad que aquí cite una afición, los cuasicristales. En las
próximas décadas serán los cisnes negros los que marquen la
evolución de la ciencia y la técnica concretas. Por definición no
podemos saber cuáles serán. Nosotros, en lo que sigue, no vamos a
intentar predecir qué desarrollos concretos habrá en la ciencia y
la técnica en lo que queda de siglo, ya dejamos a otros que se
equivoquen en eso, sino que vamos a explorar brevemente, y sin ánimo de ser exhaustivos, las áreas en
las que podrían producirse esos avances. Puede que te sorprendan.
La instrumentalización de la
química y el recorrido limitado de la física.
La química, como ciencia que permite
conocer el universo, está agotada. No habrá sorpresas químicas
relevantes, si bien cabe esperar de ella una enorme variedad de
contribuciones prácticas. La química es como una lengua que cuesta
dominar: a lo largo de los siglos hemos ido aprendiendo su gramática,
su vocabulario, sus modismos, cada uno de estos descubrimientos
permitiéndonos conocer más el universo y a nosotros. Pero un
idioma, una vez dominado, sirve para expresar ideas. Este es el
futuro papel de la química, un instrumento sofisticado que
facilitará mucho de lo que sigue.
La física sólo es un poco más
estimulante desde esta perspectiva que hablamos. Aunque aún haya
mucho que aprender acerca de la estructura fundamental del universo,
las máquinas necesarias para realizar esta exploración son cada vez
más grandes y caras. Existe un concepto económico crítico para
estas situaciones, el de rendimientos decrecientes y, aunque el
descubrimiento de una partícula compatible con el bosón de Higgs
pueda estimular durante un tiempo breve el imaginario colectivo de
los que administran el dinero, no cabe esperar muchas inversiones en
algo que tiene de entrada pocas aplicaciones prácticas desde su
punto de vista.
En las próximas décadas, salvo
hallazgos no previstos en el modelo estándar que nos depare el LHC
(más improbables si la partícula descubierta se confirma que,
efectivamente, es el bosón de Higgs del modelo estándar), la física
fundamental estará centrada en comprender la materia oscura
(partículas fundamentales que interactúan con la de materia
ordinaria aparentemente sólo a través de la gravedad) y en
encontrar ondas gravitacionales (lo que permitiría unir la gravedad,
explicada actualmente por la torre de marfil que es la teoría
general de la relatividad, con la física cuántica que explica el
resto de la física). Para conseguir ambos fines bastarían en
principio instrumentos relativamente baratos comparados con un
megaacelerador de partículas lineal, por ejemplo.
La otra gran incógnita de la física
es la energía oscura, eso que hace que el universo se expanda
aceleradamente. A diferencia de las dos anteriores, su resolución
requiere de una revolución teórica previa más que de nuevos datos.
Y esto entra de lleno en el dominio de los cisnes negros. Puede que
ahora, mientras lees esto, un parado esté garabateando, en un parque
de Málaga, la que podría ser la solución a este problema.
La revolución nanobiomática.
Para el año 2050, parece bastante
probable que sepamos, más allá de la certeza estadística, que la
vida es abundante en el universo. El estudio de los planetas
extrasolares con nuevos telescopios espaciales parece que es algo que
tiene la financiación poco menos que garantizada: la pregunta de si
estamos solos en el universo es fácilmente entendible por los
administradores y también interesante para ellos.
Un aspecto relacionado es el origen de
la vida en la Tierra. La respuesta puede que venga del mejor
conocimiento del funcionamiento celular y la identificación de sus
partes más primitivas, y de la experimentación, es decir, de la
creación de organismos vivos en el laboratorio a partir de moléculas
químicas sencillas.
Pero los descubrimientos en biología
están entrando en una fase exponencial que nosotros atribuimos a
cuatro motivos principales:
- La capacidad desarrollada recientemente de secuenciar el ADN rápidamente y en cantidades enormes.
- Las mejoras en microscopia, en el sentido más amplio, desde sistemas de tinción a fotografías a nivel atómico, que permiten una mejor comprensión de los procesos celulares.
- Las técnicas para el estudio específico del encéfalo y su funcionamiento, probablemente el objeto de estudio científico más interesante del universo.
- La asunción generalizada de que la investigación biológica tiene que tener una perspectiva evolutiva.
Cabe esperar que en próximo par de
décadas la caracterización genética de todas las especies esté
completa. Alrededor del año 2030, dependiendo de la financiación,
la mayor parte de la vida conocida habrá sido caracterizada,
incluyendo la microbiológica marina o la subterránea profunda (de
existir). En el proceso es posible que nos encontremos grandes
sorpresas (asumimos que con más fundamento que la vida basada en
arsénico).
Lo anterior, completar el álbum de
cromos de la vida terrestre, es fascinante e intelectualmente
atractivo. Pero esta base de datos genéticos gigantesca y el
conocimiento biológico derivado de ella, abriría la puerta a la
explotación industrial, lo mismo que ocurrió con la química en el
XIX. En esto trabajan ya activamente personas como
Craig Venter, ya sea por la vía de crear de vida sintética de
diseño, ya por la creación de nuevos organismos transgénicos o
directamente por el uso de nuevas especies.
Pero, sin duda, el punto de inflexión
lo marcará la combinación de la biología con la nanociencia y la
informática: la nanobiomática.
Digámoslo claramente, y citando a un
sabio malagueño: la nanotecnología ha tenido un arranque de caballo
andaluz y un parón de burro manchego. Durante los últimos veinte
años se ha hablado mucho de nanotecnología pero, a fin de cuentas,
salvo algunas estructuras que quedan muy espectaculares en fotografía
y la alteración de las propiedades de algunos materiales, ya sea por
la incorporación de otros o por técnicas de encapsulación, poco
más se ha conseguido. Estamos a años-luz de esos ejércitos
colaborativos de micromáquinas que prometían los visionarios de los
años noventa. Pero esto cambiará cuando se conozca mejor el
comportamiento de las células.
Las proteínas, el ARN o el ADN son
moléculas grandes y tienen exactamente el tamaño típico de los objetos con los que opera la nanociencia: mayor que el de la química tradicional, pero aún suficientemente pequeños como para que la influencia de las interacciones supramoleculares electrostáticas sea crítica impidiendo que la ingeniería mecánica clásica pueda lidiar con
ellas. De hecho, fueron estas interacciones las que arruinaron las
predicciones de los visionarios: los engranajes y levas de las
micromáquinas se veían alterados por las fuerzas de van der Waals y
otros efectos mal comprendidos.
Pero, hete aquí que los sistemas
vivos, obviamente, funcionan. Una vez que se analicen apropiadamente
aparecerá todo un abanico de aplicaciones tecnológicas: ya sean
organismos altamente modificados, o sistemas completamente
artificiales que simplemente toman sus fundamentos de la biología,
como los robots de Karel Capek, el inventor del término en 1921.
Pero unos robots así requerirían
también la intersección de la biología, además de con la nanotecnología, con la informática y la
inteligencia artificial, lo que hemos dado en llamar nanobiomática. La unión de una mejor compresión del
funcionamiento del cerebro con una capacidad de computación
artificial mucho más sofisticada. Las nuevas técnicas para el
estudio del cerebro pondrán de manifiesto cómo se organiza el
cerebro a nivel celular (conectoma). Los ordenadores, más rápidos y
potentes, permitirán modelar como software esa nueva información.
Así sabremos cómo funciona el cerebro de verdad, lo que permitirá
la construcción de cerebros artificiales que trabajarán con los
mismos principios, pero mucho más potentes y sin errores. Cerebros
artificiales nanobiomáticos que puede que funcionen conscientemente.
Curiosamente, según la teoría de
Taleb, nadie podrá hacer una fortuna apostando a nada de lo
anterior: lo previsible no es novedoso realmente. Y es que el futuro lo conformarán los cisnes negros.
Si recuerdo bien el libro, también se decía que los cisnes negros son escasos. Hay sitio para varias revoluciones "normales" como las que comentas además de algo totalmente inesperado.
ResponderEliminarDe paso, si te gusto el libro, te recomiendo (mucho) "Fooled by randomness". Anterior, menos conocido pero me gusto aún mas.
Eso de la nanobiomatica, lo había leído yo en otros ámbitos como convergencia de las NBIC, nanotecnología, biotecnología, informática y ciencias cognitivas, representadas por sus componentes básicos de información: átomo, gen, bit y neurona.
ResponderEliminarY efectivamente lo que salga de la convergencia marcara el siglo XXI
Un cisne ‘gris’ que podría salir de esta convergencia son las IA científicas. Inteligencias artificiales especializadas en hacer ciencia. En 20-30 años las veo bastante probables.
http://biomind.com/AI_Against_Aging.pdf
Alos 4 motivos que atribuyes la entrada en una fase exponencial yo añadiría un quinto.
5) la capacidad que se esta desarrollando recientemente de sintetizar ADN.
El estado actual de la síntesis de ADN esta como estaba el de secuenciar ADN hace un par de décadas, pero cada vez se logra más. Venter alcanzo la barrera del MB, pero en unas décadas podríamos estas sintetizando genomas del tamaño de un cromosoma humano. Entonces se abrirá un mundo. Para que intentar introducir de forma cochina genes en medio de una genoma, cuando puedes crear desde cero el genoma entero con los genes extra allí donde tu quieres exactamente?
Suma esta capacidad de crear genomas tan enormes con la de las IA científicas, y podremos recrear criaturas a la carta plan Spore, ¿dinosaurios?
Sobre la nanotecnología, se que no estamos de acuerdo, y aunque yo tampoco este seguro al 100% de que una dry nanotech ‘drexleriana’ sea posible al final, si creo que una wet nanotech muy avanzada, compuesta de ADN, ARN, proteínas, polioxometalatos, peptidomimeticos, etc... puedan conseguir algo comparable.
Después de todo la vida es un ejemplo buenísimo de cómo se pueden crear estructuras complejas con precisión atómica de forma mecánica. Así que podemos estar parcialmente seguros de que podemos hacer algo más avanzado en solución al menos, después quizás en otro medio más adecuado que no sea agua, y finalmente en el vació.
De todas formas recientemente se ha dado un paso importante hacia la dry nanotech.
http://www.uwindsor.ca/dailynews/2012-06-15/chemists-break-new-ground-in-molecular-machine-research
Y creo que no se avanzado lo esperado porque no se ha dado la financiación adecuada. La mayoría del dinero ha ido a cosas que no son realmente nanotecnología.
Sobre física.
Creo que una buena decisión seria investigar mas en antimateria. La antimateria es actualmente subproducto de los aceleradores de partículas, así que las cantidades obtenidas serían mucho mayores si se rediseñase los aceleradores para producirla. Una producción anual de unos pocos microgramos seria revolucionaria en la ciencia, y podríamos investigar en un montón de cosas seguramente, por ejemplo en fusión catalizada por antimateria.
Por cierto un buen cisne negro seria obtener un reactor de fusión antes del 2020. Yo personalmente tengo esperanzas en este.