La carta
Robert miraba la carta con curiosidad.
Weisskopf era una persona tranquila y razonable y algo importante
tenía que suceder para que marcase aquella misiva como secreta.
Había llegado a la universidad de Rochester en el 37, gracias a las
influencias de Bohr y a su propia valía como físico. Sin embargo,
en la profesión muchos eran de la opinión de que su carrera no era
todo lo brillante que podría ser por sus inseguridades matemáticas.
Robert seguía mirando la carta, sumido
en sus recuerdos, reflexionando antes de abrirla, intentando adivinar
qué contenía. Weisskopf era vienés y se había doctorado en
Gotinga con Born y Wigner en 1931, poco después de que lo hiciese el
propio Robert. Después había estudiado con los grandes: Heisenberg,
Schrödinger, Pauli y, sobre todo Bohr, que lo acogió y guió en
Copenhague, consciente de su valía. Weisskopf mantenía contacto con
todos los emigrados de Alemania y estaba al tanto de las últimas
noticias de la comunidad de físicos alemanes. Tendría que ser algo
de eso.
Nada podría haber preparado a Robert
para el contenido de la carta. La releyó dos veces, incrédulo:
Weisskopf se ofrecía para secuestrar a Heisenberg.
Diez años
Hacía solo diez años, que a Robert le
parecían una eternidad, que Walton y Cockcroft habían bombardeado
litio-7 con protones consiguiendo dos partículas alfa. ¡Cómo
habían celebrado la noticia! ¡Se había partido un núcleo atómico
por la mitad! La física era una fiesta entonces. El mismo año
Chadwick descubría el neutrón y dos años después Fermi y los
suyos bombardeaban uranio con él, pero no interpretaban bien los
resultados. Ida Noddak se dio cuenta de que podía haber ocurrido que
el núcleo se hubiese partido en trozos, pero nadie le hizo caso
entonces, ¡qué sabría la química esa!
Para esa época Alemania ya sabía que
vivía en una dictadura nazi. Hahn, Meitner y Strassmann comenzaron a
sentir la presión en el Kaiser Wilhelm de Berlín, ya que Meitner
era judía. Consiguieron seguir con sus experimentos reproduciendo el
de Fermi hasta 1938, cuando Meitner tuvo que huir temiendo por su
vida. Poco después recibió una carta de Hahn explicando que habían
detectado bario en los residuos tras el bombardeo de uranio con
neutrones. Meitner y su sobrino Frisch, ambos refugiados en
Dinamarca, dieron una explicación sencilla: la fisión de núcleos
pesados era posible.
La interpretación del resultado que
dieron Meitner y Frisch cruzó el Atlántico con Bohr, extendiéndose
rápidamente por los Estados Unidos. El 25 de abril del 39, Fermi y
su equipo, en la Universidad de Columbia, consiguieron la primera
fisión estadounidense, identificando el isótopo uranio-235 como el
más probable núclido fisible.
Mientras tanto, los teóricos no
estaban ociosos. Szilárd, también emigrado a los Estados Unidos, se
dio cuenta de que el bombardeo de uranio con neutrones podía
provocar una reacción en cadena. Rápidamente se puso en contacto
con Fermi y con Joliot, que trabajaba en el mismo campo en Francia,
para que no publicasen sus resultados, temeroso de que el militarismo
alemán fuese consciente de las posibilidades del descubrimiento.
Fermi no publicó, pero Joliot sí: el número promedio de neutrones
emitidos en una fisión de uranio-235 era de 3,5. Los resultados se
confirmaron rápidamente con la cifra corregida a 2,6. Los reactores
nucleares pasaban a ser una posibilidad real. Las bombas atómicas
también. El 1 de septiembre Alemania invadía Polonia.
El grupo de exiliados húngaros, el
propio Szilárd, Teller, Wigner, estaban muy preocupados con la
posibilidad de que Alemania construyese una bomba atómica. La única
solución, según su punto de vista, era que los Estados Unidos se
adelantasen. El 11 de octubre el presidente Roosevelt recibía una
carta firmada por Einstein y redactada por Szilárd explicando la
situación, y decidía formar un comité para supervisar los trabajos
con el uranio. Los estadounidenses sabían de la existencia en
Alemania de la Uranverein , el Club del Uranio, desde su
creación ese mismo año y también conocían que Heisenberg formaba
parte de ella.
Entre el 15 y el 22 de septiembre de
1941 Heisenberg acudió a la ocupada Dinamarca para una serie de
conferencias y para discutir la fisión nuclear con Bohr. Éste
huiría poco después a Inglaterra, donde contó a quien quisiera
escucharle que los alemanes estaban trabajando seriamente en el
desarrollo de armas nucleares.
La Uranverein había sido
transferida al Consejo de Investigación del Reich en julio de 1942,
pero las alarmas ya llevaban disparadas hacía tiempo: en junio se
había constituido el Distrito de Ingeniería Manhattan, al que todo
el mundo se refería como “el proyecto”. Los servicios de
información afirmaban que el Consejo de Investigación del Reich
había pasado a depender del Ministerio de Armamento y Municiones.
Todo apuntaba a que Heisenberg dirigía el programa alemán para el
desarrollo de una bomba atómica.
La propuesta
Robert, que desde septiembre era el
director científico del proyecto, se encontraba sumido de lleno en
la vorágine administrativa y de seguridad que lo rodeaba. Él, que
no había sido ni siquiera director de su departamento de Berkeley,
ahora tenía la responsabilidad de reclutar y coordinar a un equipo
que el calculaba de cientos de científicos e ingenieros. Había
sido un mes agotador. Y ahora la carta venía a mostrarle una nueva
faceta desconocida para él de la condición humana.
Weisskopf informaba de noticias
alarmantes que se contenían en otra carta que había recibido de
Pauli, que desde 1940 trabajaba en el Instituto de Estudios Avanzados
de Princeton. Pauli le informaba de que Heisenberg tenía programado
dar una conferencia en Suiza, donde Pauli tenía toda una red de
conocidos tras años de trabajar allí, como bien sabía Robert que
hizo allí con él su postdoctorado. Weisskopf también decía que
había discutido el asunto con Bethe, y los dos pensaban que debería
hacerse algo al respecto inmediatamente.
Robert era hombre de acción y
respondió inmediatamente. El asunto había que cortarlo de raíz.
Agradeció a Weisskopf la “interesante” carta y le informó de
que ya tenían esa información por otras vías; de que las
autoridades de Washington estaban informadas y que, lo más probable,
era que no se volviese a hablar del asunto entre ellos. Se tomó un
tiempo para asegurarle que las autoridades tomarían las medidas
necesarias.
Concluida la respuesta, Robert volvió
a leer la frase que había llamado su atención y que revelaba hasta
qué punto la guerra cambia a los hombres, académicos brillantes
incluidos:
“Creo que lo mejor que se puede hacer en esta situación sería organizar el secuestro de Heisenberg en Suiza. Eso es lo que los alemanes harían si, por ejemplo, tú o Bethe aparecieseis por Suiza”.
Epílogo
En octubre de 1942, a consecuencia de
la carta de Weisskopf, los servicios secretos consideraron todas las
posibilidades. Finalmente se decidieron por no hacer nada, ya que el
secuestro de Heisenberg alertaría a los nazis sobre la importancia
que se le daba por parte de los aliados a la investigación nuclear.
Mucho después se volvió a valorar la
posibilidad de secuestrar o asesinar a Heisenberg. En 1944 el agente
Morris “Moe” Berg, nombre en código “Remus”, de la OSS
(predecesora de la CIA) recibió como misión seguir a Heisenberg, de
nuevo en Suiza, dejando a su discreción asesinarlo o no. Para ello
el antiguo jugador de baseball y graduado por Princeton y
Columbia, recibió formación en física nuclear con objeto de
asistir como estudiante a la conferencia que Heisenberg iba a
impartir en la Technische Hochschule de Zúrich. En un
auditorio repleto de agentes nazis debía evaluar hasta qué punto
Heisenberg era una amenaza habida cuenta del avance aparente en el
desarrollo de armas nucleares y obrar en consecuencia. Berg decidió
que Heisenberg no era una amenaza.
12 comentarios:
Fantástica historia. No la conocía.
Muchas gracias, César.
Y yo tampoco... ¿libro donde las has acado? :-)
Salud!
No he sacado la historia de ningún libro. Conocí la existencia de la carta de Weisskopf a Oppenheimer por "American Prometheus", la biografía de éste. Aparte de eso la historia la he investigado y confeccionado yo consultando mis libros y, como diría Sergio Palacios, "mi puto cerebro".
Muy oportuna la historia para el día de hoy
Apasionante historia, como para escribir un libro sobre ella.
Por cierto, ¿recomendais algún libro sobre el tema del desarrollo de la bomba atómica?
Lo que más me llama la atención es como un científico del nivel de Heisenberg pudo quedarse en Alemania, aunque se discuta sobre si puso empeño o no en lograr crear la bomba, pero pudo haberse marchado como hicieron tantos otros.
Enhorabuena por otra magnífica entrada.
Me ha gustado mucho, pero que mucho, esta historia.
Enhorabuena Cesar y gracias por contárnosla.
Jose
Qué historia más interesante, la verdad es que me ha despertado la curiosidad por el Proyecto Manhattan y la "guerra" por conseguir la bomba atómica.
Saludos!
Karlosnake:
Yo hace poco tiempo leí el libro 'Antes de Hiroshima. De Marie Curie a la bomba atómica' de Diana Preston y me encantó. Tiene historias de los grandes personajes que contribuyeron a la física atómica y nuclear durante 50 años y los problemas científicos y políticos a los que tuvieron que enfrentarse.
Aunque Heisenberg fuera el que "dijo" que hubiera podido hacer la bomba atómica, había oído que para demostrarlo en el momento de su ingreso en prisión dio datos que testimoniaban sus palabras, ¿podría ser esto cierto? Gracias
Según el libro del que hablo en mi anterior comentario, Heisenberg dio esas explicaciones y evidenció que estaba muy muy lejos de poder desarrollar la bomba, especialmente en cuestiones técnicas como la separación del U-235. Y eso hizo que varios físicos del Proyecto Manhattan tuvieran más remordimientos, se dieron cuenta de que Alemania no habría llegado a desarrollar la bomba.
Vale, me apunto el libro, ¡muchas gracias!
Me gusta mucho la historia de la ciencia y esta entrada me ha parecido verdaderamente fantástica. No sólo la historia es poco conocida y sumamente interesante sino que, bajo mi punto de vista, la manera en que se desarrolla el relato es impecable. El ritmo de escritura mantiene la tensión y la sintesis de información refleja que el conocimiento sobre el tema está totalmente interiorizado. Creo que esta entrada es un verdadero regalo, no se lee, se paladea. Sólo hay una pega, te deja con ganas de mucho más!!!! Muchas gracias César por este gran trabajo.
Laura (@lauramorron)
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