En un artículo publicado en Science Stuart Newman, del New
York Medical College (EE.UU.) propone un modelo alternativo a uno de
los mecanismos de la evolución, en concreto a que una mutación aleatoria y fortuita se
conserva si las ventajas funcionales del
cambio aumentan las probabilidades de supervivencia/reproducción. Newman propone que el origen de los motivos estructurales de
las morfologías animales era predecible, y sólo relativamente
repentino, siendo el periodo primitivo de la evolución el que
habría favorecido esas transformaciones morfológicas.
Cuando pensamos en la evolución damos por sentado que actúa de
forma oportunista, a pequeños pasos, con cada cambio persistiendo
sólo si aporta ventajas funcionales. La hipótesis que elabora
Newman elimina este oportunismo y para crearla se basa en
descubrimientos genéticos recientes sobre los ancestros unicelulares de los animales y, lo que puede resultar llamativo, en
la física a mesoescala de algunos materiales (quédate con esta
expresión aparentemente extraña, en un momento
descubriremos de qué se trata).
Los cuerpos de los animales y
los embriones que los generan exhiben una serie de “motivos
morfológicos” recurrentes que, a la vista de las pruebas del
registro fósil, aparecieron por primera vez hace más de quinientos millones de años. Durante el desarrollo embrionario de los
animales actuales, las células se disponen en tejidos que tienen
capas que no se mezclan y cavidades interiores. Los embriones
contienen disposiciones de tipos celulares que forman patrones con
los que terminan formando segmentos, exoesqueletos o vasos
sanguíneos. El desarrollo de los cuerpos continúa doblando,
alargando y extendiendo apéndices y, en algunas especies, generando
endoesqueletos con elementos repetitivos (como por ejemplo la mano
humana).
Según Newman estas pautas del desarrollo son
sorprendentemente similares a las formas que toman unas sustancias
condensadas, químicamente activas, y claramente inertes, llamadas
materiales viscoelásticos (pueden sonarte por su uso en colchones)
cuando se someten a determinadas condiciones físicas, si bien los
mecanismos que generan los motivos estructurales en los embriones
serían mucho más complejos. Estos materiales viscoelásticos
presentan estas características a escalas que son mayores que las de
una sola célula, por tanto, según Newman, los ancestros de los
animales actuales habrían adquirido sus formas cuando organismos
unicelulares vinieron a residir en agrupaciones pluricelulares en las
que los procesos físicos que afectan a la materia en general a esta
nueva escala entraron en acción.
Los progenitores unicelulares habrían contenido los genes para el
desarrollo genético con el que los animales actuales organizan el
desarrollo embrionario, pero los habrían usado para funciones unicelulares.
Cuando se formaron las agrupaciones pluricelulares estos genes
precisamente habrían sido los que habrían generado los productos
que habrían afrontado los efectos físicos a mesoescala que en
última instancia habrían producido los motivos característicos. Y
dado que no todas las agrupaciones ancestrales contenían los mismos
genes, habrían aparecido distintas morfologías en paralelo, dando
lugar a los distintos filos (phyla) animales.
Según Newman esta nueva perspectiva aportaría interpretaciones
sencillas y “naturales” a aspectos chocantes de la evolución
primitiva de los animales, incluyendo el aumento “explosivo” de
formas corporales complejas hace entre 540 y 640 millones de años y
la incapacidad de añadir nuevos motivos desde entonces. El modelo
también justificaría el uso conservado del mismo conjunto de genes
para orquestar el desarrollo en todos los filos morfológicamente
diversos y el “reloj de arena” embriológico de la biología del
desarrollo comparada: la observación de que las especies de un filo
pueden tener trayectorias drásticamente diferentes durante la embriogénesis
temprana (p. ej. ranas y ratones), pero terminan tendiendo
“distribuciones generales del cuerpo” muy similares.
Referencia:
... aparecieron por primera vez hace más de quinientos mil millones de años
ResponderEliminarCreo que esta cifra no es correcta.
Saludos,
Lorenzo
Y crees bien. Gracias, Lorenzo. Corregido.
ResponderEliminarEsta idea ya fue expuesta hace un siglo por D´Arcy Thompson en "Sobre el crecimiento y la forma":
ResponderEliminarhttp://books.google.es/books/about/Sobre_el_crecimiento_y_la_forma.html?hl=es&id=rjesr-wC5CwC
Curioso... no había visto el artículo, pero le entrevistaban en uno de los últimos podcast de Science.
ResponderEliminarEn cuanto al comentario anterior, pues sí, al menos a primera vista, parece bastante similar, la idea básica, a lo expuesto por D'Arcy Thompson. Vale la pena señalar que, al menos hasta donde sé (no he leído Sobre le crecimiento y la forma), Thompson no hacía referencia a una analogía entre el desarrollo (no creo que lo conocieran en detalle en la época) y fenómenos físicos, sino entre la forma final, o las formas de algunos elementos del cuerpo.
Buen artículo :)
Si esto se confirmase, ¿podría dar pie a considerar que la vida en el universo puede ser más factible de lo esperado?, ya que más que un proceso aleatorio es casi una ¿consecuencia?, dadas las correctas condiciones iniciales, se entiende, Si conseguimos definirlas en algún momento de forma más precisa.
ResponderEliminarMuy interesante, gracias.