La risa enlatada, heredera de la claque
teatral, no es un invento precisamente moderno. Nació en la radio
estadounidense de los años cuarenta cuando el guionista Bill Morrow
insistió en introducirla en un programa no demasiado gracioso.
Sesenta años después sigue usándose, fundamentalmente en
televisión, si bien en algunos casos se sustituye por una audiencia
en directo, eso sí, convenientemente dirigida y animada. Y esto
tiene que ver mucho con el éxito de los me gusta de Facebook, los
retuits de Twitter, los espacios en las portadas de los medios
digitales con los artículos más leídos, los más compartidos o los
más comentados, con las listas de los libros más vendidos, con los
bares con más gente, los restaurantes de carretera con más camiones
y con los círculos sociales cerrados de las religiones.
Nosotros, que nos creemos tan
racionales habitualmente, nos dejamos guiar a la hora de tomar
decisiones en innumerable número de ocasiones por unas reglas
generales que traemos de serie por el hecho de ser miembros de la
especie llamadas prejuicios cognitivos para, una vez tomada la
decisión, racionalizarla después. Uno de estos prejuicios
cognitivos es la prueba social.
Correcto es lo que hace la mayoría
El principio de la prueba social (PPS)
afirma que determinamos lo que es correcto averiguando lo que los
demás piensan que es correcto. El PPS se aplica especialmente cuando
decidimos qué constituye un comportamiento correcto en una situación
dada. Y decidimos que un comportamiento es correcto en una
determinada coyuntura cuando vemos a los demás realizarlo, ya sea
qué hacer con un bote de refresco vacío a la salida del cine, a qué
velocidad circular por un tramo de autopista o cómo comer el marisco
en una boda de postín.
Como regla general el PPS tiene sentido
y acierta en buen número de ocasiones. En principio cometeremos
menos errores actuando conforme a lo que los congéneres consideran
bueno que yendo en contra. Habitualmente, cuando mucha gente hace
algo resulta ser la elección correcta. Esta característica del PPS
es a la vez su mayor fortaleza y su mayor debilidad.
Si te fijas la próxima vez que veas un
programa de televisión con risas incorporadas te darás cuenta de
que la gente que te rodea sonríe casi sistemáticamente cuando se
oyen las risas...aunque sean incapaces de explicar el chiste,
suponiendo que éste exista y tenga gracia. Este es el peligro del
PPS: responder a la prueba social de una forma tan automatizada e
irreflexiva que seamos engañados por argumentos parciales o,
directamente, falsos. Y aquí nace la posibilidad de manipulación y
abuso.
Suelo repetir que la mejor ventana a la
forma de funcionar de la mente humana es un libro de técnicas de
venta. No suelen tener un contenido científico en el sentido
habitual del término, pero sí suelen concentrar la sabiduría
acumulada durante siglos sobre cómo usar los prejuicios cognitivos,
aunque ni los llamen así o ni siquiera sepan lo que son, para
convencer a una persona de que será más feliz separándose de su
dinero. Una de las máximas que se suele encontrar basada en el PPS
podría resumirse así: “Dado que el 95% de las personas son
imitadoras y sólo el 5% iniciadoras, resulta que la inmensa mayoría
de la gente se ve más persuadida por las acciones de los otros que
por ninguna razón que puedas esgrimir. Por tanto convence a ese 5%,
que los demás le seguirán.” Un buen ejercicio la próxima vez
que veas la televisión es detectar cuántos anuncios se basan total
o parcialmente en esta expresión del PPS.
El PPS tiene un poder enorme, mucho más
del que estamos dispuestos a atribuirle, tanto que toda una vida
puede cambiarse por lo que el PPS nos permite creer. Estudios
realizados sobre el PPS indican que funciona mejor cuando la prueba
social la da un grupo numeroso de personas. Pero, ¿qué ocurre si es
todo nuestro entorno el que piensa que algo es lo correcto aunque
objetivamente sea un sinsentido? Pues ocurre que entramos en el mundo
de las sectas religiosas, y entren aquí todas las religiones
organizadas que separen a sus miembros de la interacción libre con
el conjunto de la sociedad. Y es que, tengámoslo claro, no es
necesario que se ejerza una coerción sobre la persona, es la
persona misma la que usa la prueba social para convencerse de que lo
que prefiere que sea cierto parezca que es cierto.
El mesías anunciado por los
profetas, el ungido del Señor, Sabbatai Zevi
Hay muchos ejemplos del poder maléfico
del PPS a lo largo de los siglos. La Alemania nazi es un ejemplo
evidente pero, para mi, ninguno supera la historia de los sabateos,
los seguidores de Zevi, el llamado mesías.
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