La obsesión por la comida nos invade. Ya sea por su composición
(“natural”, sin conservantes, ecológica, con omega-3, sin esto,
con aquello), ya por los efectos que provoca en nosotros nuestra
relación con ella: sobrepeso, obesidad, anorexia, bulimia. Lo que
ocurre, como por otra parte es habitual, es que no somos conscientes
de que tenemos unas instrucciones que como humanos traemos de serie y
que influyen más de lo que estamos dispuestos a reconocer en
nuestros actos.
A continuación encontrarás 7 afirmaciones que quizá te
sorprendan, pero cuyo conocimiento podría facilitarte tu relación
futura con la comida. Todas están comprobados científicamente de
forma reiterada. Además están todos interrelacionados, por lo que
lo mejor es considerarlos en conjunto. Iremos de lo más fisiológico
a lo más social.
Una advertencia tan sólo, si me lo permites: si piensas que estás
delgado, quizás porque así lo indique tu índice de masa corporal,
y que lo que sigue no te atañe más allá de ser una curiosidad, quizás
deberías reconsiderarlo leyendo esto y esto.
1 No sabes cuando estás lleno
Solemos creer, inocentes, que la cantidad de comida que ingerimos
es el resultado del hambre que tenemos. Esto solo es uno de los
factores, pero hay más: el tamaño del plato, el tamaño de la
cuchara de servir, el de los paquetes, etc.
Nuestros estómagos nos dan una indicación grosera de lo que
hemos comido. Somos unos mamíferos visuales y nos fiamos de nuestra
visión y ésta es fácilmente engañada.
Comerás menos y te verás casi igual de saciado si comes en
platos y consumes paquetes más pequeños.
2 Grasa ≠ malo
El bombardeo publicitario ha instalado en nuestras mentes la
asociación alto contenido en grasa, perjudicial para la salud. Y
esto no es estrictamente cierto. Para empezar no todas las grasas son
iguales. Pero no es esto lo que nos interesa ahora.
Lo que importa es la jugarreta mental que esto nos juega: evitamos
los alimentos con alto contenido en grasa en dosis pequeñas (por
ejemplo, una tarrinita de mantequilla) y no ponemos límite en la
cantidad que ingerimos de otros por el simple hecho de contener poca
o ninguna grasa (por ejemplo, refrescos azucarados). El resultado es
que nos podemos estar privando de nutrientes esenciales y, a la vez,
paradójicamente, consumiendo muchas más calorías que después será
nuestro cuerpo el que transforme en grasa.
Si eres de los que miran las calorías no te contentes con el
valor por 100 gramos que aparece en tablas o en el envase, mejor
multiplica este valor por la ración efectiva que vayas a ingerir.
Hazlo un par de veces, verás que sorpresa.
3 Como es sano no puedes comer más
Esto es una variante del punto anterior. Cuando pensamos que un
alimento es sano en general comemos más cantidad que cuando aparece
etiquetado con algo que consideramos no sano. “Esto es bueno para
el cerebro, come, niño, come” solía repetir mi pobre abuela.
Las comidas “sanas” son malas en el sentido de que favorecen
que el hominino de la sabana que llevamos dentro tienda a hartarse.
4 Come conscientemente
Comer es algo tan rutinario que pasa habitualmente a nuestro
departamento de automatismos, como el conducir para el conductor
experimentado. Mientras nuestras mentes vagan en solitario o con la
ayuda de la televisión, el ordenador o la película, nuestras manos
no descansan de dar portes a la boca, cada vez más rápido.
El hecho cierto es que cuando uno está distraído come más y
disfruta menos de lo que come. Por eso una de las formas de combatir
los desórdenes alimentarios y la obesidad es el comer
conscientemente. Esto consiste en tomar porciones/bocados pequeños y
prestar más atención a lo que se está comiendo. De esta forma la
gente no sólo come menos sino que lo disfruta más.
5 Tu estado de ánimo influye en cómo y qué
comes
Se han realizado experimentos que probarían que cuando estamos de
mal humor es más probable que comamos alimentos más ricos en azúcar
y grasas. Las emociones negativas también nos harían preferir un
tentempié antes que una comida en condiciones y comer menos verdura.
Pero no pensemos que el buen humor nos lleva por el buen camino.
Cuando estamos de buen humor solemos comer más, lo que ocurre en
este caso es que no se discrimina tanto con el tipo de alimento que
se ingiere.
6 Amigos obesos = obeso tú
Hablamos aquí de una correlación, no de una causalidad. Si un grupo de amigos es obeso, entonces la probabilidad de que el miembro del
grupo que aún no conoces también sea obeso aumenta casi un 60% comparada con la de que lo sea si el grupo tiene un peso medio normal.
Dicho de otra manera: nos vemos enormemente influenciados por los
hábitos alimenticios de los que nos rodean. Los estudios muestran
que comemos más cuando los que nos rodean comen más; y las mujeres
son especialmente susceptibles de ello.
De hecho nos influyen los demás aunque no estén. Son las
denominadas “normas sociales”. ¿Nunca te ha pasado que yendo con
un amigo a ti mujer te han puesto el café con leche cuando tú
habías pedido el solo que le han puesto a él? Este tipo de normas
nos afectan aún estando solos: los varones comen cosas grandes, las
mujeres cosas pequeñas, los varones chuletones, las mujeres
ensalada.
7 Los pequeños cambios ganan a la mejor y más estrambótica
de las dietas
Si quieres perder peso, olvídate de dietas extravagantes, sean
las que sean. Las dietas suponen en general grandes cambios en los
hábitos, y esto es lo más difícil que puedes intentar hacer. Si,
además tenemos en cuenta el componente social de la ingesta de
comida, ello requiere un esfuerzo estupendo. Y si no eres de hacer
deporte y comienzas a hacerlo, además puedes hincharte de comer sano
después, con lo que el saldo calórico de esa actividad que tanto te
cuesta es positivo en vez de negativo. Al final tenemos el efecto
yo-yo con una venganza: recuperas lo poco que has perdido y más.
Intenta hacer cambios pequeños que sean sostenibles a largo
plazo, lo que en este contexto significa el resto de tu vida. Lo
primero es conocerte mejor a ti mismo y como funciona tu cuerpo. Lo
segundo es que en estudios recientes se ha comprobado la efectividad
de algunos pequeños cambios; estos son algunos de los que
funcionaron (un porcentaje significativo de las personas que los
adoptaron perdieron peso a pesar de no hacer dieta): soltar los
cubiertos entre bocado y bocado, usar platos más pequeños, beber
agua con todas las comidas, aperitivos y tentempiés, no comer
directamente de los paquetes (cereales en un cuenco, galletas en un
plato, etc.).
Muy bueno si señor,
ResponderEliminarMuchos de los problemas con la comida, nos lo podríamos ahorrar si la peña, además de saber mucho de la ortografía, se tuviesen conocimientos básicos de metabolismo, vamos, verdadera cultura general. Adicionalmente sería bueno que se hiciese deporte moderado pero regular, que igual que el lenguaje, el cuerpo también es una herramienta que se debería cultivar y cuidar. No por nada, en algunos países, algunas aseguradoras te subvencionan si demuestras que haces deporte regularmente. No digamos lo que se ahorraría la seguridad social.
Un Saludo.
Banchsinger.
Me sumo al compañero Banchsinger. Diríase que todo esto son cosas de "sentido común", pero lamentablemente este concepto depende tanto de épocas, culturas y grupos poblacionales, que no podemos asumir que es algo "de cajón"; si estos consejos funcionan es porque los avalan pruebas científicas y una base metabólica bien cimentada, así que independientemente de hábitos o modas, lo que se resume aquí vale para siempre y para todos. Lamentablemente mientras cada uno tengamos nuestro genoma particular que define nuestro metabolismo, el saber qué es lo mejor para nosotros sigue dependiendo de la experimentación propia y el pruba-error, pero vamos, que si desde crío te educan para comer y siendo adulto te preocupas de ver cómo funciona tu cuerpo, se pueden salvar grandes males yvivir más a gustito.
ResponderEliminarSobre el punto 6
ResponderEliminar6 Amigos obesos = obeso tú
Hablamos aquí de una correlación, no de una causalidad. Si un grupo de amigos es obeso, entonces la probabilidad de que el miembro del grupo que aún no conoces también sea obeso aumenta casi un 60% comparada con la de que lo sea si el grupo tiene un peso medio normal.
Dicho de otra manera: nos vemos enormemente influenciados por los hábitos alimenticios de los que nos rodean. Los estudios muestran que comemos más cuando los que nos rodean comen más; y las mujeres son especialmente susceptibles de ello.
¿Y no será que también la gente tiende a buscar amigos parecidos a ellos mismos? Yo hago bastante deporte, y muchos de mis amigos también, por lo que es más complicado que tenga amigos obesos, por ejemplo