Si tu encéfalo pudiese conseguir un
cuerpo nuevo, ¿durante cuánto tiempo podría seguir viviendo? Y si
ese cuerpo fuese biónico, esa ilusión que llamas yo, ¿viviría
indefinidamente? En lo que sigue no encontrarás respuestas
concluyentes a estas preguntas, sino los resultados de un experimento
que nos dan pistas de cuáles podrían ser.
La senescencia replicativa es un
proceso por el cual las células de los mamíferos sufren el
acortamiento de las cadenas de los telómeros, las repeticiones de
secuencias de ADN que están al final de los cromosomas y que
protegen a éstos durante el proceso de replicación. La longitud de
los telómeros es una forma molecular de reloj biológico, reflejando
el historial de las divisiones de la célula y la edad biológica de
tejidos y órganos.
Pero, si esto es así, ¿qué edad
biológica atribuimos a las neuronas? Porque las neuronas no se
dividen. Estarán sujetas a otros factores de envejecimiento pero
no a la senescencia replicativa. Por tanto, ¿cuanto puede vivir una
neurona? Esta es la pregunta que un grupo de investigadores
encabezado por Lorenzo Magrassi, de la Universidad de Pavía (Italia)
ha intentado empezar a responder en un experimento con ratones y
ratas. Los investigadores han encontrado que efectivamente las
neuronas pueden vivir más tiempo que el cuerpo en el que nacieron,
tanto como su organismo huésped. Los resultados se han publicado en
los Proceedings of the National Academy of Sciences.
El experimento, de forma muy
simplificada, consistió en trasplantar precursores neuronales del
cerebelo de ratones (tomados cuando estos ratones aún eran fetos) en
los cerebros de unas ratas que viven más tiempo por término medio.
Las neuronas trasplantadas sobrevivieron en sus huéspedes hasta tres
años, el doble de la vida media del ratón.
Este resultado sugeriría que la
supervivencia neuronal y el envejecimiento en un mamífero son
procesos coincidentes pero separables. La primera consecuencia es que
si conseguimos alargar la vida (entendemos sana, obviamente) del
organismo, el sistema nervioso central la va a acompañar, las
neuronas de su encéfalo seguirían activas lo que dure el cuerpo.
Alargar la vida se podría conseguir siguiendo pautas específicas en
lo que a dieta y comportamiento (evitar zonas contaminadas, hacer
ejercicio, etc.) se refiere además de la ingestión adecuada de
fármacos. En otras palabras, si se extrapolan los datos a los
humanos (con todas las reservas pertinentes), las neuronas podrían
aguantar hasta unos 150-160 años si, como es lógico, no media
ninguna enfermedad.
Habrá quien argumente que sobrevivir
no lo es todo, que también es importante cómo se sobrevive. La
muerte neuronal no ocurre sólo por el envejecimiento del encéfalo.
Así, las neuronas del cerebelo sufren una pérdida sustancial de
ramas dendríticas, espinas y sinapsis en el envejecimiento normal.
¿Qué ocurre entonces en una neurona trasplantada? Una parte de las
neuronas trasplantadas por los investigadores fueron células de
Purkinje para estudiar precisamente si la densidad de espinas
disminuía como en los ratones donantes o como en las ratas huésped.
Encontraron que la pérdida de espinas en las células trasplantadas
sigue un ritmo menor del típico en ratones y más parecido al de las
ratas.
Por lo tanto, si se consiguen superar
los problemas inmunológicos (rechazo) las neuronas trasplantadas
pueden vivir toda la vida de su huésped.
Independientemente de las oportunidades
que se abrirían para los transhumanistas, entendiendo el término en
sentido amplio, a largo plazo, existirían posibilidades
farmacológicas muy interesantes a medio plazo si se consiguiesen
desentrañar los mecanismos moleculares responsables del distinto
comportamiento de las neuronas en un entorno (ratón) y otro (rata).
Por otra parte, el que el envejecimiento sea algo en lo que las
células no son autónomas podría tener su relevancia desde un punto
de vista evolutivo o, incluso, epidemiológico.
Referencia:
Magrassi, L., Leto, K., & Rossi, F. (2013). Lifespan of neurons is uncoupled from organismal lifespan Proceedings of the National Academy of Sciences, 110 (11), 4374-4379 DOI: 10.1073/pnas.1217505110
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