Afortunadamente la ciencia, como la
naturaleza a la que pertenece, no está limitada ni por el tiempo ni
por el espacio. Pertenece al mundo, y no es de ningún país o época.
Cuanto más sabemos, más sentimos nuestra ignorancia; más sentimos
cuánto queda desconocido; y en filosofía el sentimiento del héroe
macedonio nunca puede aplicarse: siempre hay nuevos mundos por
conquistar.
Esta cita pertenece a un discurso que
Humphry Davy, uno de los más eminentes científicos del siglo XIX,
dirigió a los miembros de la Royal Institution en 1825. En este
breve texto se ponen de manifiesto, por una parte la fe en un
progreso sin límites para la ciencia y la paradoja del conocimiento,
cuanto más conocemos más somos conscientes de lo que no sabemos y,
además, lo desconocido parece ser cada vez mayor que lo que se
conoce. Pero, cabría plantearse, ¿en qué consiste el progreso
científico? ¿realmente es ilimitado? Y ya puestos, ¿es racional?
Estas preguntas podrían parecer
intrascendentes para la investigación científica como tal, esto es,
el investigador buscará sus resultados independientemente de si
existe el progreso en ciencia o no, otra cosa es que sus posiciones
filosóficas le influyan más de lo que está dispuesto a reconocer.
Pero, tal y como yo lo veo, no son intrascendentes en absoluto para
un divulgador científico. El divulgador debe contextualizar lo que
cuenta, ponerlo en perspectiva, muchas veces histórica, y en
bastantes casos su posicionamiento, consciente o inconsciente, sobre
el progreso científico será el que marque su enfoque de los hechos
que intenta explicar. No sólo eso, parte de su público objetivo
tendrá probablemente una posición diferente y esta diferencia será
un obstáculo para la transmisión del conocimiento. De hecho, cuanto
más “de letras”, más dificultades. Por ello, tener una idea,
aunque sea aproximada, de en qué formas diferentes podemos entender
el progreso científico sería de utilidad para que el divulgador
pudiera hacer llegar mejor su mensaje o, al menos, comprender mejor
las reacciones de partes de su audiencia.
En lo que sigue analizaremos
someramente, y sin ánimo de ser exhaustivos, lo que desbordaría los
límites de este artículo, tres visiones fundamentales del progreso
científico que científicos y divulgadores suelen tomar como
propias. Es posible que el amable lector descubra y se identifique
claramente con una de ellas, considerándola “de cajón”, o con
una combinación lineal de las tres. Para finalizar veremos una
cuarta que suele ser frecuente, explícita o implícitamente, en una
parte no menor del público teóricamente objetivo y que está en la
raíz de parte del rechazo a la ciencia, sus métodos y resultados,
dificultades de comprensión aparte: hablamos del relativismo.
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