martes, 9 de julio de 2013

Creencia y experiencia (I)


Lo que se suele conocer como sentido común, en última instancia, no es más que una acumulación de prejuicios con los que venimos equipados, en buena parte gracias a la evolución. Entiéndaseme bien, llamar conjunto de prejuicios al sentido común no es negativo en sí mismo. Sólo cuando estos prejuicios nos hacen adoptar decisiones erróneas o son usados por otros para manipularnos (cosa de la que saben mucho magos, prestidigitadores, publicistas y los buenos vendedores, a un nivel más o menos consciente, eso sí) podrían calificarse de dañinos. De hecho, son atajos cognitivos que nos permiten adoptar decisiones rápidas, la mayor parte de las veces de forma automática, lo que suele ser útil para evitar el abuso de un recurso tan escaso, lineal y peligrosamente lento como la consciencia.

Sostenemos que a diferencia de otros “conocimientos” que se dejan llevar por estos prejuicios de forma acrítica, sólo el conocimiento científico permite su análisis y aprovechamiento completo. Dicho conocimiento científico unas veces corrobora lo que nos dice el sentido común y, en otras, lo rebate. Suele ocurrir que, cuando lo corrobora, el conocimiento científico nos permite ir más allá y comprender el fenómeno de tal manera que podemos predecir sus consecuencias y actuar de acuerdo con ellas. Este es el caso de las ilusiones ópticas, por ejemplo, que pueden ser diseñadas cuando conocemos cómo funciona nuestro sistema visual y cómo nuestro encéfalo procesa dicha información.


Es llamativo que fenómenos que percibimos todos los días y a los que estamos acostumbrados no llamen nuestra atención, ya que o no reflexionamos sobre ellos o simplemente los consideremos “de sentido común”. Sin embargo, el análisis científico del fenómeno no es precisamente trivial. Además este análisis científico tiene profundas consecuencias filosóficas. En lo que sigue vamos a intentar ilustrar lo que queremos decir con un ejemplo extremadamente sencillo y familiar. En esta anotación expondremos el ejemplo y apuntaremos cómo establecemos la veracidad de una experiencia y en una anotación posterior la aproximación científica al problema y sus consecuencias filosóficas.

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