[Esta es la segunda parte de este artículo. Si bien se puede leer independientemente sin pérdida
sustancial de contenido, la lectura de la primera parte lo
contextualiza.]
¿Por qué el lápiz parece torcido
cuando está sumergido parcialmente en agua? La mayoría no se
preocupa en encontrar una respuesta; de hecho, no sólo no se plantea
la pregunta sino que ni siquiera es consciente de que cabe plantearse
una pregunta. Parten de la premisa de que el lápiz es recto todo el
tiempo y siguen con sus ocupaciones. Pero hay otras personas con
otras mentalidades que sí se la plantean.
Para determinado tipo de personas una
posible respuesta sería que estamos ante un acto de un dios
destinado a minar la confianza de los humanos en su capacidad de
conocer, poniendo de manifiesto el profundo misterio del universo y
apuntando a la verdad revelada a través de la casta sacerdotal local
(en sentido espaciotemporal) como única vía de conocimiento. Esto
puede contentar a unos cuantos.
No así a la minoría de los curiosos
profesionales, las personas con mentalidad científica. Estos
científicos han sido capaces de producir una explicación científica
de por qué el lápiz parece torcido que también tiene su interés
filosófico.
Los científicos empiezan hablando del
mecanismo de la visión. Su historia dice más o menos así: para ver
algo la cosa a ver refleja los rayos de luz y estos rayos de luz
entran en el ojo donde se inician una serie de procesos biofísicos,
bioquímicos y biológicos que resultan en nuestra consciencia de ver
algo.
Pero, como es obvio, antes de ponernos
con lo complicado (del ojo para dentro), habría que centrarse en lo
fácil (del ojo para fuera): la narrativa científica de qué y cómo
se comporta un rayo de luz. Los científicos nos dirán que viajan en
líneas rectas , pero que cuando pasan de un medio como el agua a
otro como el aire se curvan o refractan en un cierto ángulo.
Armados con estas historias los
científicos pueden explicar no sólo por qué los lápices parecen
torcidos cuando están semisumergidos en agua, sino también por qué
las monedas circulares parecen elípticas si se las mira desde cierto
ángulo, o por qué el tablero de una mesa puede ser rectangular o
una línea más o menos ancha en función de la posición del
observador, y así multitud de fenómenos similares en los que
intervienen rayos de luz.
Estas interesantes historias de los
científicos nos muestran (suponiendo que las aceptemos) que tenemos
toda la razón a la hora de descartar como no válida nuestra
experiencia del lápiz que se tuerce al sumergirlo en agua. El
científico explica lo que postulamos instintivamente: que el lápiz
está recto pero parece torcido. Y la mayoría de nosotros,
enfrentados al escéptico epistemológico recalcitrante que dice
“pero, ¿puedes probar este postulado?”, responderemos “yo no,
pero los científicos sí”.
Sin embargo, estas historias de los
científicos tienen sus intríngulis filosóficos, y por eso
despiertan un interés añadido.
Continúa leyendo en el Cuaderno de Cultura Científica
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