Cinco planetas a simple vista al atardecer en uno de ellos: Mercurio, Venus, Tierra, Marte y Saturno. Si no los localizas, pincha aquí. Fuente |
Como es sabido las discusiones entre Galileo y la Iglesia Católica
(IC) estuvieron centradas en cómo interpretar los nuevos datos
observacionales obtenidos al apuntar por primera vez un telescopio al
cielo nocturno. Pero para poder entender el desarrollo de estas
discusiones sin caer en el presentismo (juzgar el pasado desde el
conocimiento y actitudes del presente), se hará necesario retomar un
poco de perspectiva.
Si olvidamos por un momento lo que nos han enseñado de lo
descubierto en los últimos 400 años, nos dejamos guiar por nuestro
sentido común y sólo podemos observar el cielo con nuestros ojos
desnudos, se llega a unas conclusiones un poco chocantes, todas
compatibles con los datos observacionales disponibles:
a) La Tierra, esférica, parece ser el centro del universo
b) Los movimientos observados de los objetos celestes pueden ser
descritos con precisión suficiente por el sistema de Ptolomeo
c) No existe evidencia empírica que respalde el sistema de
Copérnico. Este sistema es un truco matemático que simplifica el de
Ptolomeo (hay que recordar que el sistema de Copérnico, de órbitas
circulares, sigue recurriendo al artificio ptolemaico de los
epiciclos; habrá que esperar a Kepler para su eliminación)
Es decir, en el momento en el que Galileo presenta sus
observaciones con el telescopio (que resumiremos en la próxima
anotación), la visión geocéntrica del universo, más allá de
filosofías y religiones, desde un punto de vista estrictamente
científico, es la posición archiestablecida y compatible con las
observaciones. Por poner un ejemplo un poco extremo: Un empiricista
ateo radical en 1600 sería geocentrista y se plantearía el
heliocentrismo como hoy se podría plantear la teoría de los
universos paralelos sugerida por algunas interpretaciones de
la mecánica cuántica: una posibilidad sugerida por las matemáticas.
Imaginemos ahora que tenemos un telescopio (y nuestros
conocimientos de 1600). ¿Podemos descartar inmediatamente el
geocentrismo? No es tan evidente como nos gustaría creer, y
comprender esto nos permitirá valorar las pruebas aportadas por
Galileo en su justa medida.
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