Todos estamos familiarizados con el hecho de que la Luna tiene
fases. Lo que quizás no es tan conocido que es que el planeta Venus,
observado desde la superficie terrestre, también las tiene. Venus a
simple vista siempre aparece próximo al Sol y es visible al
atardecer y al amanecer como un punto de luz brillante cerca del
horizonte. Hasta que Galileo informó de la existencia de fases en
Venus tras observarlo con el telescopio, Venus aparecía como sólo
un punto de luz errante, un planeta más. La existencia de fases en
Venus, algo que todo el que dispusiese de un telescopio pudo
comprobar por sí mismo, supuso el principal reto a la ptolemaica
como una visión realista del universo. Pero el que supusiese un reto
(casi insuperable) para Ptolomeo, no fue el golpe definitivo que
muchos quieren ver al geocentrismo.
La comprensión del fenómeno, nada complicado por otra parte, es
fundamental para poder considerar las discusiones entre Galileo e
Iglesia Católica posteriores adecuadamente, por lo que dedicaremos
esta anotación a intentar explicarlo. Introduciremos también muy
brevemente un concepto que incomoda a muchos científicos y al que
dedicaremos una anotación específica más adelante: la tesis de
Duhem-Quine.
Venus, como puede apreciarse en la imagen, no sólo tiene fases,
también varía de tamaño aparente dependiendo de la fase en la que
se encuentre. Para apreciar la importancia de este dato fijémonos
primero en algo mucho más conocido, las fases de la Luna, y luego
iremos a Venus.
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