Christopher Clavius |
Los descubrimientos de Galileo con el telescopio que hemos visto
en las dos últimas entregas de esta serie (III
y IV)
fueron recibidos, como es lógico, como algo realmente asombroso y
revolucionario y, en poco tiempo, convirtieron a Galileo en uno de
los filósofos naturales (lo que hoy llamaríamos científicos) más
conocidos de la época.
Galileo publicó sus descubrimientos entre 1610 y 1613 y, lo que
es más interesante, en estas publicaciones adoptaba una
interpretación, la heliocéntrica, como la correcta si bien, como
hemos visto, ninguna de sus observaciones por sí misma o en conjunto
permitía asegurar con certeza qué interpretación era la correcta.
Es quizás importante recordar que en el momento en que Galileo
publica sus hallazgos la hipótesis heliocéntrica de Copérnico
hacía 70 años que se enseñaba en las universidades, eso sí, como
artificio matemático para aligerar algo los farragosos cálculos
asociados al sistema de Ptolomeo. Es decir, como veremos enseguida,
la diferencia está pues en que, frente a este instrumentalismo,
Galileo toma la hipótesis heliocéntrica con una actitud realista.
La Iglesia Católica (IC) no tenía problemas con la visión
heliocéntrica del sistema copernicano, siempre y cuando su enseñanza
y uso fuesen puramente instrumentalistas. Pero sí empezó a
manifestar creciente malestar con la idea de que el Sol fuese
realmente el centro del universo, y no la Tierra.
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