La idea de que podemos
conocer realmente más de lo que podemos contar tomó forma por
primera vez como concepto epistemológico con implicaciones
sociológicas gracias a Michael Polanyi en los años cincuenta del
siglo pasado. Desde entonces el conocimiento tácito ha sido
profusamente usado en la historiografía y la sociología de la
ciencia y la tecnología.
Según Polanyi, de la
misma forma en que algunas veces al percibir un objeto reconocemos
patrones de los que somos incapaces de decir cómo los reconocemos,
cuando conocemos muchas veces aceptamos algo implícito pero muy
concreto. Y esto que aceptamos implícitamente une tres factores: el
objeto de nuestra atención, la persona que conoce, y la tradición
que comparte con el grupo al que pertenece.
El ejemplo favorito de
Polanyi a nivel perceptivo era nuestra capacidad de reconocer las
múltiples expresiones de una cara humana sin que seamos capaces de
decir cómo las reconocemos. También mencionaba a menudo la
capacidad de los expertos para reconocer el fraseo de un pianista o
el proceso de envejecimiento de un vino, en cuyos casos por mucho que
intenten describir sus elementos constitutivos son incapaces de
transmitir el todo.
Cuando se aplica a la
ciencia y a la tecnología el concepto de Polanyi es el equivalente a
incorporar la perspectiva a una imagen que hasta entonces se ha
representado plana. La visión tradicional de la ciencia como un
conocimiento objetivo, incorpóreo, es insuficiente para acomodar
todas las dimensiones personales y sociales implicadas en la
adquisición, práctica y transmisión del conocimiento tácito. En
los escritos de Polanyi la ciencia aparece como un arte, en el que
las normas científicas y sociales se entrelazan, a diferencia de la
empresa impersonal y abstracta que describían los positivistas
lógicos a mediados del siglo XX.
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